- ¿Crees en los amores a primera vista?
+ ¿Acaso existen otros?
El hombre que corría tras el viento.
Yo dudo que existan otros. Creo que no los hay. Algo tienen, algo pasa, en ese momento de éxtasis en el que el mundo deja de dar vueltas, deja de contar, deja de existir incluso, y se reemplaza simplemente con ese momento donde ves algo en alguien que no esperabas ver.
- Fue por casualidad, tal vez, el caso es que de todas las ventanas de Buenos Aires, justo fue a pasar junto a la mía.
Yo creo fielmente en los amores a primera vista, aunque no en los eternos. Yo creo en los amores mágicos, pero no en los inamovibles. Yo creo en la posible existencia de casi todo, pero mantengo mis reservas en lo que al amor refiere, de ahí el quizá. Y es que como más iba a ser si se trata de mi, si una de las cosas que más me pueden es la inestabilidad de todo.
- Nunca has pensado en ir al sur para empezar de nuevo.
La nostalgia, madre de todas las ideas, llega cuando menos lo esperas a tocar la puerta de tu encierro. Ella llega como un vendaval, sin importar cuanto o que tan fuerte luches por evitar su llegada. Y es esa misma nostalgia la que hace todo tan difícil, la que hace todo un desastre. Porque mi mente baraja mil y un posibilidades y situaciones a una velocidad tal que me marea, si, pero también me descompensa. Si alguna vez has subido a una montaña rusa más de diez veces seguidas, no pregunten qué tenía en mente el día que hice eso, es más o menos esa la sensación. A nivel mental, claro. Me desequilibra bastante. Pensar que los recuerdos están siempre atados a un presente en el que intento moverme, no puedo cortarlos, soltarlos, porque es lo que soy, es lo que hago, mezclo el hoy, el ayer y el mañana para sacar de ahí las palabras que tanto quiero; de ahí que en ocasiones el mundo se desmorone por si mismo.
- El mundo se derrumba y gira, pido disculpas por vivir.
En mis recuerdos pasean muchos individuos, pasados, presentes, futuros incluso. Aquellos que se fueron, aquellos que no están, aquellos que quisieron simplemente dejarme y marcharse. Están también esos que se quedan, esos que están aquí por voluntad propia, esos que se niegan a irse. Y yo no me aferro, yo sigo esperando que se marchen.
- Ya lo sé, no traigo nada, sólo una luz que me quema en el pecho.
Días como hoy, días en los que la lluvia no para, todo se me viene de golpe. Todo reaparece en una avalancha nostálgica y dolorosa y se mezcla un poco con lo que queda, con lo que hay. Estos días hacen daño, igual que los juegos del pasado, esos días en los que estoy sola con mis recuerdos queman, porque si, porque él sonreía en estos días, y eso fue con cada él que pasó por este valle estéril. Él sonreía cuando me veía cerrar los ojos para disfrutar el sonido del trueno. Él sonreía cuando yo levantaba el rostro para que las gotas lo besaran. Él sonreía cuando yo me paraba a su lado a ver caer los relámpagos y preguntarme qué habría al final. Y él sonreía cuando yo no quería moverme de donde estaba y simplemente abría la boca para que las gotas cayeran. Cosas como aquellas me hacen desear que algo me sostenga, que algo me mantenga en una pieza. Alguien, quizá, no importa. Sea alguien que parche conmigo en espacios entre clases, sea alguien que aparezca después de la lluvia con una taza de chocolate, sea alguien que llame y diga que va a pasar por mi, como sea, pero alguien que esté y que pueda. Es uno de mis grandes contras para la distancia, este tipo de situaciones me matan. Yo quiero, busco, necesito alguien que pueda abrazarme en momentos así y reunir y recomponer las piezas que me faltan, evitar que me desmorone, qué sé yo. Total la idea es que pueda convencerme, metida en sus brazos, que no hay peligro, que no hay más dolor que el que me invento. Por eso ella es tan importante, ella me abraza, ella me consuela cuando no hay nadie. Por eso él importa tanto, hablo de Jack no de alguien más, porque él es esa explosión atómica que sé que sacudirá todo cuando aparezca y ya no necesitaré pedir que venga a abrazarme.
Y mientras tanto, en la otra mano, está el choque con mis planes. Yo valoro, amo, idolatro casi, mi independencia y mi libertad. No quiero, no pienso, cambiar mis planes por casi nadie. Y no quiero encontrar motivos para hacerlo, no quisiera. Y juego a hacer malabares entre mis ganas de mantenerme en una pieza y mis deseos de ser mil en una y recorrer y moverme por todo ese ancho mundo que tanto promete, que tanto dice que puedo ver, sentir, conocer. Que a mi no me importa irme sola, que incluso así me iría, porque hay tanto que necesito ver antes de decir que puedo entonces escoger una condena, que ni siquiera las palabras sencillas y ligeras logran convencerme. Que hay tantas cosas que tengo pendientes que ni siquiera la promesa de paciencia y de tiempo me convencen a claudicar. Yo siempre he admitido y admitiré que mi lugar sigue en veremos, sigue en un stand by mientras logro hallarlo, pero que no lo voy a hallar junto a alguien. Lo voy a hallar por mi misma, para mi, no para alguien más, y ese será el momento en el que pensaré entonces en condenarme de tal forma. Es una condena, no tiene otro nombre, tengo demasiado arraigada esa idea. Culpa a mi pasado, culpa a mi entorno, vamos, culpa a quien quieras, es como lo veo. Pero que nadie espere disculpas, eso no lo haré, no por esto, no es mi culpa que les de por venir a aparecer en momentos donde más firmemente mantengo mis resoluciones. Yo ya me abrí, yo ya jugué, yo ya vi lo que quería ver y ahora quiero jugar sola, nada de dobles jugadores, nada de lo que todos quieren. Yo quiero jugar por mi, no por nadie, y ver por mi, no por otro, y marchar a donde me plazca y cuando me plazca sin pensar en que alguien más quiera verme ir o venir de un sitio a otro.
Al final creo que dejaré de ver tantas películas especiales y de leer tantos libros de libertades o mejor dejaré de fingir que considero algunos planes o que siquiera quiero pensar en ellos. Mi resolución es jugar con mis reglas, si quieres bien, si no, marcha, la puerta está abierta siempre. Si desde un principio he jurado y repetido no considerar algo que no esté en mis planes a menos que me sea inevitable, irrevocable, no lo haré a menos que sea ese el caso. No lo es, no aún y no que yo lo espere, entonces es así.
(Son frases de "El hombre que corría tras el viento", pelicula que a pesar de sus malas criticas me ha gustado mucho y que me ha hecho pensar en como deseo viajar, sola, a encontrar eso que debe aparecer en mi rumbo.)
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