Ocurre un fenómeno curioso, algo que pocas veces pasa.
No se si yo alguna vez he explicado la forma en que me fijo en las personas, eso de que generalmente hay un clic automático en el instante en que les veo.
Creo que si, que alguna vez hable de clics y eso, sin embargo no me explayé sobre el concepto porque es algo bastante mio, bastante personal.
Verán, hay dos formas en que me puede gustar alguien.
La primera es esa, la automática, un clic instantáneo en el mismo momento en que le veo. Y es también la que más pertenece a mi cursilería.
La otra, la que no menciono tanto, es la que surge gradualmente. Esa que hace que mientras más sepa, más quiera saber, esa que hace que empiece a preocuparme lentamente, suavemente, por alguien, por su vida, por sus cosas. Y que luego un día me golpea con fuerza al entender que me preocupa más de lo que pensé y que me interesa más de lo que esperaba.
Y son ambas perfectamente válidas, perfectamente cruzables, aunque esto pase en menor medida.
Es mucho mas extraño que yo empiece a conocer a alguien y que gradualmente entienda que he cliqueado, porque casi no pasa, que el que me golpee con fuerza.
Y no sé nunca qué me gusta más, si la gradualidad o la espontaneidad, porque ambas tienen su atractivo y su magia.
Todo vale en la guerra y en ese otro elemento que tanto nos aterra a nosotras, dicen, y, sí todo vale, las mezclas también valdrán. A veces se puede hacer alquimia, jugar a intercambios equivalentes, jugar a laboratorios. Mezclar explosivos hasta que el recipiente reviente del calor o se derrita en medio de la combustión, se puede.
A veces me toca retractarme un poco de mis palabras porque olvido contemplar las situaciones excepcionales. Esas, por ejemplo, donde el clic es tan sutil que lo noto cuando estoy ya con el agua por la cintura y empezando a ahogarme. Yo no sé nadar, así que confiaré en que no me van a soltar.
No me sueltes.
Y entonces pasa que lo que yo decía que ocurría, también puede invertirse, especialmente cuando mezclo compuestos, por ejemplo, clics y gradualidades.
Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.
19 sept 2013
Clics y gradualidades
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