Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.
(Algún día, quizá, te diré por qué me gustan tanto tus preguntas.)
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Deja que tus gritos también sean llevados por el viento.