En uno de esos extraños momentos de turbación fue que le conoció. Había sido nada más y nada menos que el momento preciso, el lugar, el día correctos.
Había sido uno de esos días donde cualquier rayo de sol era bienvenido, aún más lo iba a ser el sol al completo. Había sido un día de llanto, de miedo, pero había terminado muy bien. Ahora ella miraba hacia atrás, recordaba, y aunque la imagen era la misma, la veía con otros ojos. Aunque era cierto que el tiempo y la distancia llenaban todo de nostalgia, la nostalgia era ahora algo dulce, algo calmado y un poco sonriente. Ya no sentía un agujero dentro de su echo, ella creía haber olvidado como respirar profundamente pero empezaba a hacerlo de nuevo, ya las noches no dolían. Y los días lluviosos no tenían fantasma. No, ella no iba a pensar que ya todo estaba superado pero estaba empezando, eso si que era claro. Era un inicio, suave como una pequeña pendiente, pero iba subiendo, avanzando, ella lo agradecía. Tenía el presentimiento que la próxima ves que le viera sería como la primera vez, pero esta vez sin magia, sin sol, sin convicciones irrefutables y fatalistas. Esa vez seguro sería como había debido ser en un principio.
Cuando se puede ver el pasado con los ojos de la experiencia vivida solo queda dar gracias por lo sucedido, pues eso ayudó a que creciera una hoja más de madurez en ti. Me pone feliz que puedas alzar tus ojos y ver más que el reflejo de un rayo de sol para ver la gran estrella con el rostro en alto. De ahora en adelante puedes vivir la libertad de la hoja que nace y baila al compás del viento disfrutando en éxtasis la luz del sol. Y recuerda, nada de lo que mencioné antes pudiera haber sucedido si las cosas no hubieran sido como fueron. Quizás así debió ser desde el principio.
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