Esta vez me pregunto, y sumamente en serio. ¿Belle, querida, a qué estamos jugando?
Te vas a quemar, aunque sé que amas el fuego, pero las condiciones externas del juego te son adversas. Te vas a romper.
Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.
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Así trabaja el fuego, el arte del jugador no es apagarlo sino mantenerlo bailando, brillando y viviendo.
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