Soñamos con él, una vez más. Y una vez más no nos queda claro de qué él estamos hablando.
Pasado, presente, futuro. Seguimos sin saber a quién pertenece ese rostro, lo que si sabemos es todo lo que nos causa. Nos confunde, nos desespera, nos distrae y hasta nos envenena.
No sé qué pasa con nosotras que solo le vemos en sueños, pero no es tan malo. Creo. En sueños es lo que queramos, es lo que deseemos que sea, en sueños es nuestro.
Nuestra única queja. Los besos en sueños, al menos en los nuestros, no son tan buenos como en la realidad.
Las mordidas no llevan ese dolor dulce que nos gusta, ni el sutil sabor a sangre que siempre nos ha atraído.
Los arañazos no se marcan en tu piel, los golpes no dejan huella.
El placer se evapora y no se queda.
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