Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.
Me empiezo a sentir como la adicta a la que le prohíben su droga favorita. Pero, y que me cuelguen si no, tu no eres mi droga ni yo llevo expuesta el tiempo suficiente como para desarrollar síndrome de abstinencia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Deja que tus gritos también sean llevados por el viento.