- ¿Puedes amar incluso mi lado malvado?
Me sorprendió tu pregunta, no tanto como el saber que dudabas de ello, pero aún así me sorprendió. No esperaba que te cuestionases al respecto. No esperaba que me cuestionases al respecto.
¿Qué si puedo amarte? ¿Que si puedo amar tu lado malvado? ¿Te has visto al espejo? Bueno, no. Quizá no al espejo, esto no es sobre como te ves, no del todo. ¿Qué? Soy humana. Me encanta la forma en que los músculos de tu espalda se mueven contigo, la forma en que tus ojos me miran y el modo en que tus dientes se clavan en mi piel. Pero no es únicamente sobre eso.
Es sobre ti. Sobre lo que eres. Sobre el demonio encadenado al ángel que llevas por dentro y que luchas por erradicar. Yo no te conocí siendo un ángel. Eras un demonio, un destructor, un ser salido de otro mundo. Algo oscuro, lleno de cicatrices y sangre. Yo te cuidé, te curé y me hice cargo del odio y el miedo que amenazaban con destruirte. Yo tomé tus alas y les quité el polvo, tomé tu rostro y limpié el mugre y la sal, tomé tus manos y saqué las esquirlas de cristal. Yo fui la que bebió tu sangre como si fuera agua y quien te dejo beber de la propia simplemente por hacerte feliz. Yo soy a quien no le importa si tengo que darte toda mi sangre, todo mi ser, para salvarte.
Yo soy la que primero conoció al demonio, al ser que escondes, y luego a ti.
- ¿Estás loco?
Estuviste a punto de marcharte. Entonces terminé la oración.
- Yo ya amo tu lado malvado. Fue lo primero que amé de ti.
Te quedaste, con una sonrisa tan radiante que casi olvidé que eras un demonio disfrazado de ángel. Casi.
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