Nosotras somos conscientes del desastre que llevamos por dentro. Del volcán en erupción, de la tormenta de nieve que no amaina, del maremoto que inunda todo lo que guardamos bajo llave alguna vez.
Si, nosotras sabemos. Nadie podría saberlo mejor que nosotras mismas, puesto que es a nosotras a quienes afecta, a quienes destruye.
Soy yo la que muere, la que grita, la que llora, la que rompe las cosas cuando le sacan el mal genio. Soy yo la que se siente morir cuando quiebran su burbuja y la que maldice enormemente por vivir dentro de la jaula. Soy yo la que empieza a pensar que es peligroso, que es un juego que puede volverse en mi contra.
Es ella la que ríe, la que salta, la que vive y juega. Es ella la que hace todo lo que yo no, es quien disfruta y tiene todo lo que a mi me niegan. Es ella la que cree que no es una mala idea, es ella quien piensa que puede ir más allá, es ella quien pide a gritos una oportunidad de ser libre.
Somos nosotras las que no sabemos cuando somos quien. Las que nunca hemos encontrado un equilibrio al enorme caos y a la gran confusión que juega con los limites de la cordura. Somos nosotras a las que pocos conocen como tal.
Soy yo la que da la cara, la que admite todo, la que esconde su yo y lo que este quiere.
Es ella la que se oculta, la que no muestra un rostro definido, la que no conoce más que sus propias reglas.
Soy yo la débil, la sensible, la buena, demasiado buena.
Es ella la fuerte, la fría, la mala, demasiado mala.
No sé por qué existe, no sé por qué no desaparece. Si fuera un simple producto de mi imaginación, si fuera solo la manifestación de mi desesperada necesidad, quizá ya no le necesitaría, quizá ya se habría ido.
Pero no es un capricho. No es un juguete. Ciertamente, no para mi.
Es mi vida, mi alma, mi contrapeso, mi némesis y mi antítesis.
Es todo lo que quiero, anhelo, necesito y deseo. Todo en uno. Todo en letras llenas de sangre y lágrimas. Todo en una vida que se escapa de mis propias manos.
Todo en ella, todo en mi.
Todo dirigido hacía un él que no lo sabe.
Todo para él que no nos conoce.
Todo para que sepa que, aún lejos, pensamos en él.
Todo para asegurar nuestra supervivencia.
Todo para que continuemos respirando.
Todo por ella.
Todo por mi.
Todo por él.
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