Que no, carajo. Que no es justo. En lo absoluto.
Otra vez soñé con esa-persona-que-no-me-gusta-nombrar.
Y todo va de mal en peor porque si las noches anteriores solo soñé con su presencia, anoche estuve entre sus brazos.
Me explico, porque hasta yo me hago bolita al pensarlo.
Estaba en un centro comercial o algo así, en la zona de juegos. Esa-persona-que-no-me-gusta-nombrar estaba sentado a mi lado, con uno de sus brazos alrededor de mis hombros. Parecía que otra vez teníamos lugar en la vida del otro y por lo visto había sido iniciativa mía. No tengo claro como llegamos a eso, no recuerdo mucho del sueño, pero dudo que las cosas sean así en lo que se supone es mi vida despierta. No, yo no quiero volver a la vida de esa-persona-que-no-me-gusta-nombrar y menos aun ahora.
En fin, por cierto esa-persona-que-no-me-gusta-nombrar en mi sueño tenía ya tres piercings. Uno en la lengua, uno en el labio y el de la ceja. El de la lengua me tramó, lo admito, nunca he besado a nadie con uno, pero no quería empezar la lista con él.
No te distraigas, Belle, sigue contando.
Pasó que al parecer yo mencioné a otro-personaje-que-no-quiere-saber-de-mi y que esa-persona-que-no-me-gusta-nombrar se puso celoso. Yo odio mucho las escenas de celos, ¿por qué? Che! Porque nunca traicionaría a alguien con quien estuviera saliendo y me reputea que piensen eso, aunque sea solo en sueños.
Continúo mi narración.
Le dije que no, que ese otro-personaje-que-no-quiere-saber-de-mi y yo casi no habíamos hablado, que fue solo por obligación y que no importaba. Que no me importaba más.
Supongo que también debí haberle dicho que el mismo ya no me importaba más. Que no me interesaba siquiera su piercing en la lengua. Pero no lo hice, por esa cosa de los sueños que te impide hacer o decir lo que realmente deseas.
Luego de eso alguien me dijo que era tarde. Decidí irme. Le dije a esa-persona-que-no-me-gusta-nombrar que me iba, no quiso, dije que no me importaba si quería o no, que yo me iba.
Me fui y en el camino desperté.
Otra vez, lo más curioso de todo fue que, incluso con sus brazos rodeándome, yo solo podía acordarme de esos ojos que me persiguen de un tiempo a acá. Extraño, cierto. Que sea la tercera vez que me pasa algo como eso.
Raro, que me importen más esos ojos que esos viejos actores de mi obra de teatro.
Raro, pero lindo.
Raro, pero tierno.
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