Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.
Yo no sé si tu me lees o si piensas en mi. Solo sé que eres esa pesadilla recurrente que se me ha vuelto vicio. Gracias, me estas destruyendo, pero es una dulce destrucción.
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Deja que tus gritos también sean llevados por el viento.