No soporto ver la imagen que me regresa el espejo, quizá el cepillo golpee con fuerza suficiente para romperlo, o quizá mi puño atravesando el cristal sea más satisfactorio. Ese rostro que me mira, surcado por las lágrimas y la ira contenida, se parece más al tuyo que al mío. Tiene más de ti que de mi, y eso me enfurece aun más y aviva mis ganas de destruirlo.
Y tu dirás que te odio, porque no sabes ver en mis palabras y acciones más que odio hacia ti, sin reconocer que todo esto es a causa del estúpido, desmedido e incontenible amor y admiración que te guardo. Eso es lo que me lastima, ver como mi héroe se deshace, se muere, se pudre, antes de conocer a quien más le admira. La razón por la que no quiero ser como tu es precisamente el hecho de que yo no soy tu. Tu errada imagen y tu inamovible opinión acaba por deturpar no solo mis ideales sino también la visión que el mundo tiene de mi, porque no te guardas nada y me retratas tal y como me ves; lamento que tu capacidad de retratar sea en una sola dimensión, porque te pierdes del resto del cuadro, de los matices y sombras que, si pusieras atención, cambiarían todo el contenido de esa asquerosa pintura que proyectas sobre mi.
Y tu dirás que soy una completa perdida que solo trata de llevarte la contraria, sin embargo esta perdida te admira o te admiraba, porque ya no estoy muy segura.
Vamos al punto, que tiendo a dar muchas vueltas con este tema que parece un punto, sin "n", desastre imposible de resolver:
No quiero ser tu porque no soportaría vivir con la enorme carga de prejuicios, rencores, conceptos e ideas tan inamovibles, como la piedra más profunda del abismo, que posees y cuya dosis diaria ingieres junto con la enorme cuenta de cosas que esperas de mi y que yo no quiero ni puedo hacer.
No podría ser tu porque no me cuesta nada hacer un esfuerzo por ver el panorama general y no solo el mio propio, no podría ser tu porque no busco culpables por fuera, puedo aceptar que la culpa es mía y hacerle frente, en vez de consolarme con haber hecho todo lo que podía. A veces todo lo posible no soluciona nada, y aun así debemos hacernos cargo del problema.
En fin, yo no quiero ser tu, no podría, ni puedo y mucho menos deseo, ser tan inexorable, tan prejuiciosa y tan cerrada a cambiar y dialogar. Porque no podría alejarme tanto de aquel que me ama como si yo fuese su mundo entero, y no podría simplemente ignorar los gritos de ayuda de un alma condenada de la misma forma cruel e inhumana, en que tu ignoras mis lagrimas desesperadas.
Te odio, imagen del espejo, tanto como le admiro. Porque me impides ser yo misma y cada vez resulto más parecida a esa persona, porque haces de mi una copia y no me permites ser el original.
Porque me recuerdas lo imposible e indestructible de mi admiración por ese ser que parece despreciarme, ignorarme, y ver en mi la peor escoria existente en el universo.
Y todo esto es mi forma de acendrar mi conciencia sin asesinar a nadie más que a la imagen del espejo.
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