Ante las inmensas ganas que todos tenían de hacer de ella algo diferente. Rebelate, decían; se obediente, decían; no pienses, decían. Ella, con una sonrisa, los despachaba a todos. Claro que se rebelaría, se marcharía, desaparecería un día. Pero cuando valiera la pena, cuando lo que obtuviera fuera mayor que lo que iba a perder. Cuando valiera la pena y no se tratara solo de una rebelión adolescente.
Se iría sin mirar atrás, solo debía esperar.
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