Te das cuenta de cómo, incluso si lo que trato es ser amable, acabas tergiversando mis palabras?
Eres insoportable, inmanejable, imposible de satisfacer. No hay, ni habrá en mi nada que pueda colmar tus elevadas expectativas. No soy ni seré nunca lo suficiente. Y no me importa. Entiéndelo, no me importa. El único motivo por el que hago un mínimo intento de llevar la guerra en paz es el no querer faltarte al respeto, el no querer complicarme la existencia con guerras absurdas. Por lo visto soy la única, porque no logras entender, con esa cabecita tan inteligente y sabia que tienes, que no me siento en casa, que no me siento a gusto, que por más que me pidas que colabore y conviva puedo hacer lo primero pero no lo segundo. No finjas ignoracia, aunque eres experta en ello. Es tu culpa, y mía también. Tu me abandonaste a mi suerte para restregarme en cara como era indigna de cualquier atención; yo aprendí a vivir sin ti y a hacer mi propio mundo sin tu presencia.
No quiero unir nuestros mundos. Estoy bien como estoy. Sin ti, si tus regaños, sin tus gritos, sin tus humillaciones. Aun es la hora y, a pesar de esos momentos de debilidad en los que, esperando un halago, te muestro mi trabajo y recibo una critica que acaba haciendo mella en mi auto-control y dándome ganas de gritar; todavía me mantengo. Sigo siendo una niña necesitada de tu protección, por eso no logro crecer. ¿No lo has visto? Me has hecho tanto daño como cualquier asesino en serie. No tengo cicatrices físicas, en cambio soy inconstante, voluble, volátil, ilusa y débil. Y otras muchas cosas tontas que no debería ser y a las que gracias a ti estoy encadenada.
Bueno, basta ya. Levantame a la hora que te de la gana, pídeme lo que desees. Sigue con tus ideas tontas y tus absurdas ilusiones y sigue tergiversando mis palabras hasta la exasperación. Sigo siendo yo y gracias a ti, aprendí a no necesitarte. Sigo siendo la misma a quien le negaste lo que ahora pretendes obligarme a dar.
Ups, no tengo ya más que rogarte.
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