Te vi. Tenias esa camiseta que has llevado puesta cuatro de las ultimas cinco veces que te he visto. De lejos siempre, siempre a la distancia. Tenias esa misma expresión que solías dirigirme a mi, mezcla de ternura y amor, con la que calmabas mis miedos y me decías que estaba bien. Tus brazos, fuertes, seguros, que para mi eran un lugar tranquilo, envolvieron mi cuerpo; esa cercanía, esa necesidad, no era consciente de que aun existiera. Tus labios dulces susurraron a mi oído, bellas palabras, dolorosas palabras; era justo lo que necesitaba oír y todo aquello que no quería escuchar. No quería saber que me comprendías, aunque mi corazón se moría por saber que no me odiabas. No necesitaba saber que aun me amas, sin importar lo mucho que mi alma brillara ante esa revelación. Y no esperaba que, incluso en sueños, mi cuerpo se agitara con tal violencia ante mi necesidad de ti.
Y, como buena cobarde que soy, en lugar de disfrutar ese maravilloso sueño en tus brazos, salí huyendo. Corrí y corrí quien sabe hasta donde. Acabe en un reloj de péndulo que, al más leve toque, se detuvo. En la cima de una plataforma, en algún lugar desconocido, después de correr y cruzar a través de una infinita eternidad de pasillos. Terminé llorando en un rincón sin ti, sin tus brazos, huyendo precisamente de ti. Acabe corriendo, con la certeza de que me seguías, con la seguridad de que me hallarías, y con una guerra interna por mis ganas de que lo hicieras y el deseo de perderte.
Y desperté. Lastimosa y afortunadamente, desperté.
valla ere muy buena! me gusto mucho.
ResponderBorrarte invito a que pases por mi blog y me des tu opinión!
http://lienzotintaandcolor.blogspot.mx
Muchas gracias! Es un placer que te guste.
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