Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.

31 may 2012

Ya me voy. No me tardaré, te digo mientras me observas desde la cama. Mueves tus dedos como lanzando un hechizo, como tejiendo una red. Envuelves mis sentidos, mi cuerpo, mis deseos como si te perteneciesen. ¿Y quien puede negarlo? Si todos han sabido lo que nosotros negamos. Todos apostaron, e incluso ganaron, jurando que al final nos enredábamos, que al final caíamos atrapados por las redes del otro, por las palabras no dichas, por las sonrisas escondidas, por el brillo de unos ojos tan líquidos y tentadores que me siento como una mosca que cae indefensa en las redes de la araña. Es que así era, como cuando montas en bicicleta, como cuando comes helado, como cuando respiras y hablas a la vez. Y tal vez no debía, tal vez era solo idea mía, alguna mala interpretación por parte de mi ser de las palabras tiernas y las sonrisas tímidas que soltaba tu boca de vez en cuando. De noche, generalmente esa era la hora de la magia, cuando el mundo dormía y las nubes soñaban, tejíamos con risas y palabras un juego más profundo de lo que nuestras mentes esperaban. Y ya me excedí, no debí decir nada. Ahora solo pienso regresar, conjurada por tu voz, a mi lugar, a tu lado, en esa cama.

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