Que si, lastimosamente, si.
Me sorprende, sabes. Sé que soy masoquista, soy demasiado consciente de ello, pero llegar a este punto ya se me hace incómodo. Bueno, no. Por la incomodidad ya pasamos hace un rato, ahora estamos en el insoportable dolor y en la horrible culpa. Porque es culpa, en su mayor parte, lo que me provoca todo esto. Culpa por romper una promesa, culpa por hacerte daño, culpa por no haber luchado, culpa por haber destruido mi propia felicidad. Pero la otra parte es añoranza. Es anhelo. Extrañar tus besos llenos de chocolate, tus dientes mordiendo mi piel y dejando un rastro de fuego ahí por donde pasaban, tu voz aterciopelada diciéndome cuanto me necesitabas, tus manos cálidas enmarcando mi rostro. Es anhelo, un desesperado e ilógico anhelo, deseo de vivir, al menos una vez más, uno de esos instantes que cambié por nada. Pero yo sé, querido niño, que no va a pasar. Me gané tu odio con méritos más que suficientes, califiqué para ser la malvada con todo el gusto del mundo, conseguí ser expulsada del pedestal con una sola palabra. Y ahora, desde detrás de mi máscara de indiferencia y calma, la misma que solo me quité contigo, tengo que admitir mi error, mi estúpida equivocación. Por que si, porque soy ilusa, inconstante, impaciente, porque fui tonta. Porque pensé conocerme bien y erré. Porque asumí que lo sabía todo de mi y olvidé que tu sabías más que yo. Porque tuve miedo y busqué huir a toda costa. Porque fui débil y perdí todo. Tengo que admitir también que, en su momento, si pensé que era lo mejor; fue luego, cuando descubrí una noche que extrañaba tu voz, que llegué a replantearme la situación.
Y ahora, después de que el tiempo ha intentado seguir su curso, cuando para todos es cosa de ayer y ante todos yo soy indiferente, tengo que admitir ante ti, él único capaz de arrancarme esta confesión, que no. No soy indiferente, no me da igual verte. Me da completamente todo, me causa nervios, miedo, ansiedad, añoranza y una necesidad irrefrenable y casi insoportable, cada vez que tu sonrisa cruza mi pensamiento, cada vez que tus ojos llenos de ira y dolor se atraviesan en la pasarela de mi pensamiento.
Y mi mayor miedo no es el haberte perdido, mi mayor miedo es que, al no saber si soy tuya, no sé que tanto me costará tu venganza. Porque te vas a vengar, eso lo sé. Me cobrarás cada palabra y lágrima, cada gesto y sonrisa, y yo voy a pagar gustosa, con mi sangre, con mis huesos, con mi ultimo aliento, solo por complacerte.
Todo se resume, querido pibe, querido niño, a que soy masoquista y por mucho dolor que cause no puedo dejar de pensarte.
Hola, Belle. Bueno, no sé por qué tardé tanto en llegar, pero aquí (o "acá") estoy y te dejo mi voz. Admito que el título de la entrada fue lo primero que me llamó y después el resto y el resto y el resto...
ResponderBorrarSobre todo eso de "mi mayor miedo es que, al no saber si soy tuya, no sé que tanto me constará tu venganza", genial!
Saludos!
Muchas gracias!!! jajaja Es un placer que te guste. :D Me has alegrado el día eh! jajaja
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