+ Me estoy muriendo.
- Maldita sea, no me digas eso.
+ Es cierto.
- Te digo que no lo digas.
Un día apareciste diciéndome que te morías. Que no iba a verte más. Que tu sonrisa no iba a iluminar mi mundo. Que tu voz no me haría reír ya más.
Y te dije que, maldita sea, no bromearas con eso. Que no jugaras con eso.
Pero era cierto, me dijiste que era completamente cierto. Y me quedé sin aire.
Me quedé muda.
Me quedé helada.
Me quedé muerta.
No puedo respirar.
No puedo pensar.
Yo no soy una niña fuerte.
Soy totalmente débil, amor.
Dependiente de ti. De tu existencia. De tu respiración.
Dependo de tus conversaciones. Dependo de ti.
Te me hiciste necesidad. Te hiciste realidad.
Te hiciste parte de mi vida, de lo que soy.
No puedo.
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