- Lindo fuego.
Esas fueron las palabras exactas, pronunciadas por la boca de lineas duras y de labios apetitosos. No podía pensar en mucho más, tenía hambre. Hambre real, hacía días que no comía bien y ahora todo me parecía comestible.
- ¿Es lo mejor que tienes? ¿Te acercas a hablarme y solo elogias mi encendedor Zippo? -No puedo negarlo. Era divertido. Era la peor y menos original forma de ligar que había oído.
- ¿Quién dice que hablaba del Zippo? -Lo dije, tenía una sonrisa deliciosa y yo estaba hambrienta. Pero claro, tengo un poco de orgullo.
- No veo ningún otro fuego cerca -Así. Fría. No me gustan los zalameros.
- Me refería a tus ojos -Me ablandé un poco. Esto era más original.
- Mis ojos son cafés, no naranjas -No podía evitarlo. Me gusta discutir.
- No todo fuego debe ser rojizo -Mientras hablaba me sonreía de una forma encantadora, juguetona, llena de promesas e ideas.
- Retiro lo dicho. Buen halago.
- Si se tratase de un halago habría dicho otra cosa. El punto es que me estoy quemando en tus ojos -Y aquí me derretí yo.
- Ya conseguiste mi atención, puedes dejar de coquetear.
- No debería dejar de hacerlo nunca. Ni siquiera si ya te tengo en mi cama -Mientras hablaba sus manos se posaron en mi cintura con delicadeza, casi con reverencia.
- De nada, querida -Finalizó ante mi silencio.
¿Qué puedo decir? Perdí. Y escribo esto desde mi lugar entre sus sabanas de algodón y sus brazos tatuados.
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