No sé qué me pasa. No se que ocurre.
No sé por qué razón tengo que pensar en ti.
No me explico por qué te extraño, por qué te recuerdo.
Debería estar lo suficientemente exhausta como para no pensar en vos.
Mi mente, que últimamente se halla al borde del colapso, no debería tener fuerzas ni espacio para pensarte.
Mi corazón, hecho pedazos, se rehúsa a ser tan masoquista, tan cobarde.
Pero mi cuerpo, por muy exhausto que pueda estar, parece tener fuerza para desearte.
Mi mente, por mucho que linde con los bordes de la cordura, aun puede pensarte.
Mi corazón, en pleno proceso de implosión, es consciente de que solo tu puede calmarle.
Y soy masoquista, soy cobarde, soy tonta, ilusa, y mil adjetivos más.
Pero, condenadamente, cariño, creo que sigo siendo tuya.
Muy a mi pesar, perro, sigo queriendo tus ataduras.
Por mucho que luche, idiota, sigues siendo tu quien me provoca.
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