Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.

24 oct 2013

Teoría N° 4 sobre por qué no admito necesitar a alguien

Resulta que hay días en los que el mundo no funciona muy bien y todo se va al traste.
Resulta que la mayoría de esas veces en las que me muero por un abrazo, por alguien que me tome en sus brazos y simplemente se quede en silencio, pasan dos cosas: uno, no hay quien lo haga, dos, esa persona no puede, quiere o tiene tiempo.
Hoy ha sido uno de esos días. Feos días. De esos en los que muero por un abrazo. De esos en los que, contra todo pronóstico, realmente deseo y pido un abrazo.
Hoy fue un día de esos en los que me permito ser débil, admitir que quiero alguien que me abrace. Hoy hice lo que no hago, llamé. Hoy pedí un abrazo a alguien que no apareció, que no estaba, por lo que sea, no pudo estar. ¿Por qué esa persona? Sencillo, es alguien en quien confío, con todo y sus intentos de dañar mi mente. Es alguien a quien quiero lo suficiente como para permitirle ver ese lado necesitado. Es alguien que sé que habrá de estar ahí si yo digo que le necesito. Y claro, yo no dije específicamente necesitarle. Simplemente llamé, simplemente dije querer verle. Horarios crueles, trabajos exigentes.
Hoy me acordé por qué me quedo con un grupo específico de personas a quienes recurrir en estos momentos. Aunque incluso a ellos a veces no les tengo.

El punto es que me gusta mi independencia, me gusta pretender que no necesito a nadie, tengo que hacerlo. Tengo que no necesitar a nadie porque sé que no siempre puedo contar con alguien. Alguien cerca, alguien a mi lado, alguien que me abrace sin que eso signifique nada más que simplemente eso.

Al final del día esa necesidad se reprime, se mete al baúl de desastres donde están las demás necesidades que llevo reprimidas. Aunque claro, durante el tiempo que me toma esto soy incapaz de considerar claramente lo externo, no de la forma usual. No hablo mucho, no como dulces, no canto en voz alta, no intento sacarlo de mi mente. Mientras ese estado de necesidad dura, que no dura mucho porque odio ser débil, soy tan vulnerable como cualquiera, como la que más. No soy rara, no soy diferente, no soy yo. Podría confundirme con la pintura de las paredes sin ningún problema. Soy invisible, como soy pocas veces en la vida, completamente invisible. Y es entonces cuando realmente pido ayuda, cuando digo necesitar algo. Lógicamente, no está a mi alcance.

No me gusta, no lo hago, admitir que necesito de alguien porque duele y rompe y quema saber que incluso estando tan cerca no consigo que alguien responda a esa llamada de ayuda.



(Hoy iba de negro, igualmente necesitado de consuelo, ni siquiera eso se me permite (gracias al cielo no se trataba de él sino de otra creación)).


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