Los rizos se caen.
Eso lo leí en algún lugar, en algún mundo, en una de mis vidas pasadas. Claro, en una de esas vidas sin él.
Puedo decir, por experiencia propia, que es cierto. Se caen, y no es poco, se caen a montones, enormes y gruesos mechones que van cayendo conforme los mueves.
No exactamente mientras los mueves, eso solo fue una figura literaria que me gustó un poco, pero si mientras vives. Cada que lavo mi cabello, por ejemplo, los veo caer, se me quedan en las manos como se me quedaron las piezas de un viejo juego de ahogados. O como se me quedó el envoltorio de un chocolate que vio su fin en la piel de alguien y en los labios de un segundo. Así se caen. Y no hay mucho que hacer al respecto, no hay mucho por hacer porque ellos igual serán sólo recuerdos. Al cabo de un rato serán solo viejos fantasmas que dejaron el barco antes del final.
A mi no me molesta que caigan, leí un día que ellos también cerraban ciclos e historias y eso es bueno, a mi lo que me aterra es su cantidad, su frecuencia, lo mucho que me impresiona ver como ellos tienen la facilidad de simplemente irse.
Y aun tengo mil planes para ellos, como una vez le dije a un pibe que pasó por mi vida, como le dije a ese par de ojos encantadores, como le dije a un champiñón que perdía las noches por convencerme en darle la oportunidad de llenar mi habitación de hojas secas, como le dije a una creación casi perfecta, como le dije a un viejo amigo y amor, como le digo a cualquiera que signifique algo. Aun tengo mil ideas para ellos y mil planes pendientes. Tengo cambios y revelaciones y hace falta rebelarnos. Y hay mil cosas más, por las que no pueden caer, no deben caer, no quiero que caigan. Hay mucho pendiente, y solo una vieja idea, aun no he terminado con ellos.
Los rizos se caen, abandonan el barco, no así los recuerdos, eso esta claro. Los recuerdos escogen quedarse con tantas ganas como los otros se van. Como si pudiera evitarlo, como si quisiera. No voy a negarles la oportunidad de irse, si pueden escapar antes de pagar el precio que así sea,yo debo pagar. Todo tiene un precio, fue lo primero que aprendí, después de leer y antes de amar. Todo lo que te dan lleva un precio, precios que a mi no me agrada pagar. Por eso ellos caen, para evitar pagar.
Los rizos se caen, se van. Ojala su recuerdo pudiera irse también, incluso si mi risa se va con él.
Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.
23 oct 2013
Los rizos se caen
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