Perfecto, simplemente perfecto, es sólo una noche más en lo que es esto desde ti.
Saquemos cuentas, di tu que has pasado ocho meses olvidando tus sueños, bueno, es normal, pero yo he pasado ocho meses soñando y recordando mis sueños. Sueños contigo, sueños de ti, sueños donde me hablas y donde apareces y recuerdas mi nombre y mis besos. Sueños donde la vida es mejor, donde mi vida es mejor, porque tu voz aparece en ella, y tus ideas y tus demonios y todo eso que en tan poco tiempo aprendí y amé.
¿Ves? Ya no le tengo miedo a la palabra. Resulta que entendí una cosa, esto. Entendí que quererte tanto, pensarte tanto, reconocer todos esos detalles que tienes que resultan tan odiosos para mi porque te mantienen lejos pero que al mismo tiempo extraño y adoro; eso debe significar algo, seguramente significa algo. Mucho.
Pero he aprendido también que aunque la esperanza queme, aunque el recuerdo arda y los sueños me desvelen, voy a estar bien. Es mi nuevo mantra. Estaré bien. En algún momento del día, o de la noche, entenderé que todo va a estar bien y que tu, aunque presente, no eres más que el fantasma de un gran y doloroso amor unilateral que en algún momento se desvanecerá y me dejará respirar de nuevo.
Y bueno, supongo que si no te veo, cosa que no entiendo cómo haré funcionar si vivo deseando verte, lograré sobrevivir. Al menos hasta que termine el año, porque espero no encontrarte tan a menudo después de eso, porque en mis mejores deseos espero que estés bien, que todo salga bien y que tus metas sean tu realidad. No puedo sino desear que seas feliz, eso me haría feliz a mi también. Y bueno, haría todo esto un poco más sencillo, así sabría que realmente no me necesitas y que puedo marcharme en paz porque, ya dicho, la esperanza es una cruel asesina que disfruta la tortura.
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