Nosotras tenemos un pequeño mal hábito. Resulta, pasa y acontece
(me gusta decir eso)
que nosotras escuchamos.
No de forma normal, creo que no sé bien lo que eso significa.
Es algo un poco más particular.
Es una cosa un poco más nuestra.
Nosotras escuchamos, si, pero no todo.
Resulta que cuando ponemos atención, aunque en general se espere que estemos atentas a un algo en especifico, nosotras lo estamos a algo diferente.
Yo escucho, si, el sonido de lo que corre bajo la superficie, el sonido de lo que retumba a lo lejos.
Yo miro, si, la forma en que unas manos se agitan temblorosas con una confesión, la forma en que el cabello vuela con el viento, la forma en que las comisuras de los labios parecen querer hablar también.
Yo siento, lo mucho que las palabras no quieren salir, lo poco que las cree quien las dice, lo extrañas que suenan en su boca.
Y aunque sé bien que la mayoría duda de mi escucha o de mi atención, porque
claramente es extraño no poner atención a lo usual
sino sólo a lo que me atrapa,
yo si estoy atenta.
Tan atenta como puedo
a las mariposas, a los gusanos, a las hormigas,
a las nubes, a la luna que sale de día, a los relámpagos que iluminan el cielo.
Y esa misma atención es la que pongo cuando alguien me dice que si amas a alguien despedirse no tiene sentido.
Esa es la misma atención que pongo al responder que si amo a alguien y esa persona sólo es feliz conmigo lejos, yo me despido.
Es esa atención, no es un despiste.
Entonces yo pongo atención, aunque desvaríe mucho, aunque mi atención
no sea igual a la de todos.
Es atención, creo, y eso vale.
Es algo nuestro. Algo más particular.
Nosotras ponemos atención y recordamos.
Desde la expresión que pusiste el día que mencioné el pequeño hecho que todos dan por sentado
hasta el día que fui yo y tu no lo viste.
Yo pongo atención.
Pero no me gusta poner siempre el mismo tipo de atención.
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