Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.

25 ago 2013

Proyecto compartido

Esto es un proyecto en conjunto, algo que hice con una gran amiga y una magnifica mujer. Estoy segura que ella será una estupenda escritora, que ya lo es, y que será más grande aún.


Ella:
He escuchado hablar mucho de eso que todo con el tiempo va a ser mejor, que las penas desaparecen con el pasar de los días y que las tristezas van a dejar de atravesarse en los ojos y hacerte llorar como un niño al extrañar a su madre. He escuchado de imposibles que al terminar los días ya no lo son tanto o de los sueños copados de nostalgias, de ganas, de contradicciones, de distopías, y de los recuerdos, unos más dolorosos que otros, unos con más vida que otros. He visto, vivido y sentido cosas que no debería llevar conmigo, pesos de más que sepultan y arrancan vida. He conocido amores que matan, que desangran, que ilusionan, que dan certeza de vida, que acarician y golpean, he recorrido el mundo desde una habitación con poca luz y he amado como si se me fuera la vida si no lo hiciera. Me he perdido de mí misma, se me han acabado las ganas y las cicatrices se han abierto nuevamente haciéndose cada vez más dolorosas, han sido tiempos duros y los vientos golpean con fuerza en el sur, desde siempre he amado el sur, porque el sur me recuerda a casa. He estado destruida, absolutamente desecha, incluso ni siquiera después de tanto he conseguido armarme otra vez, sigo con las alas rotas y el pegamento que las une es cada vez más difícil de encontrar. Me he ahogado en todo aquello que un día pudo ser y que ya nunca será, hay mucho querer para tan poco tiempo, muchas malas rachas para un ser abatido como el mío, he estado mal cimentada por años y caer ya es demasiado fácil. He sentido que la soledad ha sido la única que realmente no me ha dejado sola nunca, con la piel desgastada por las caricias que desaparecieron con los primero rayos del imprudente alba y las presencias de los que dijeron amarme están ausentes e incluso la mayoría de mis tortuosos amores sacuden mi corazón con tristeza cada vez que los traigo a mi mundo ¿sabrán ellos de mis sonrisas amargas al recordarlos? Seguía estando débil, físicamente agotada, jodida en todo lo que el término abarca, con una salud deteriorada, fragmentada hasta más no poder, con los sueños tan escondidos que empezaba a aburrirme de todos, pero sobre todas las cosas empezaba a aburrirme de mí misma, de mi inconformismo, de mis miedos, de mis depresiones matutinas, de mí… Una a una las frustraciones se hacían espacio en mi vida, acaparándome en su totalidad, convirtiéndome en un ser que llevaba una vida errante amparado en la excusa de que esa había sido su suerte y le tocaba aceptarla. 
Yo:
Conformismos baratos que opacaban los pequeños brillos y destellos de esos cristales que había olvidado en el fondo de los cajones de una vida agotadora. Pero seguían ahí, brillaban, y me llamaban de vez en cuando, me recordaban su existencia, pedían por mi presencia, me hacían prometer que iría a verles de vez en cuando, al menos. Creo que en algún momento de la oscuridad decidí que sería un buen pasatiempo ir a verlos, ir a observarlos. Tan sencillos como una mariposa que se posa sobre la delicada hoja de un árbol, tan dulces como el aroma de esas flores que me encontraba en mi caminar por las calles vacías y desoladas, tan simple como el recorrido del agua que caía de los tejados de las casas que pretendían estarse limpiando a sí mismas. Supongo que no lo sabían, no tenían idea, pero también me limpiaban a mí, de paso. Empecé a recorrer esas rutas más a menudo, empecé a verlas con nuevos ojos. Sin ser siquiera consciente de ello, empecé a reunirme más y más con los brillantes destellos. Eran como droga, creo, como algo muy bueno que se mete en tu sangre y que no quieres dejar ir. Era como si una parte de mi empezara a nacer un poquito cada día, cada instante, mientras el embrujo de aquellos brillantes momentos me acompañaba. Y el fuego. ¿Cómo describir el fuego? Te puedes quemar los dedos con la llama del encendedor si no pones atención, te puedes quemar una mano si sostienes la vela en la posición equivocada o si intentas cocinar y olvidas que ya encendiste las hornillas. Sin embargo ese fuego, ese fuego no era malo, no lo creo. Ese era el fuego que había hecho nacer al fénix  estoy casi segura de ello. Tan segura como puedo estarlo sin pensar que yo misma no soy real. Y entonces empecé a arder. Ardía como si llevara la hoguera en medio de mi pecho, como si fuese mi alma la que estuviera quemándose en medio de miles de destellos, en medio de miles de pequeñas y diminutas explosiones que enviaban electricidad a mi cuerpo. 
Ella: 
Ese fuego me mantuvo viva o mejor aún ese fuego fue el que me despertó de mi eterno letargo, es mi fuego, soy el fuego que arde en cada cosa en la que quiero y necesito ser. 
Yo:
Soy ese fuego que empieza a crear y a construir, ese fuego que empieza a recorrer su camino en medio del hielo que me recubría, soy ese fuego que comienza a arder cada día, cada noche, cada segundo, mientras enciendo el mundo a mi alrededor y quemo hasta los cimientos aquellas ideas aterradoras que un día destruyeron la leña de este fuego.



Me encanta lo que resultó. Ella es grandiosa.

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