Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.

21 ago 2013

Travesías de un objeto perdido.

Supongo que me perdí. Si, tiene toda la apariencia de ello. Eso creen todos. Dejaron de buscarme y me dieron por perdido. Asumieron que me había quedado en aquel otro planeta donde me llevaron una vez. ¿Acaso esto es libertad? Se siente bastante extraño, supongo que por la novedad, nunca me habían dejado muy fuera de vista. ¿Y si él se olvida de mi? ¿Buscará alguien más? ¿Habrá alguien ocupando mi lugar cuando regrese?
Cierro mis ojos. La oscuridad no es tan mala. Supongo que me recuerda un poco mi vida anterior. Estaba perdido, así se sentía, no había sentido ni razón, no había luz ni aire. Era todo una eterna espera en la nada, en el vacío, en la húmeda oscuridad de la guarida de algún gigante desarreglado que de vez en cuando me daba una mirada para recordarme que estaba por encima de mi. Aunque no fue tan malo, en algún momento la mano que movía mi destino apareció y me sacó para no regresar. Me encontré en un bolsillo. Y salí a pasear mucho. Aprendí mucho, recorrí mucho, me enteré de cosas que otros como yo jamás sabrán porque nunca verán la luz.
Suspiro. O al menos eso quiero hacer, pero no puedo. Empiezo a tener miedo y a preocuparme. No sé dónde estoy y todo aquí es bastante oscuro, no oscuro como cuando cierro los ojos sino oscuro como cuando da miedo. Es oscuro como cuando te aterras y no puedes recluirte en ti mismo. Y entonces los sonidos empiezan. Primero son pequeñas explosiones lejanas, como los sonidos de esas luces de bengala que los gigantes usan en días especiales, pero luego van en aumento. Es como un golpeteo de tambores, un declaración de guerra. Creo que ya no estoy donde creí estar, este no es el lugar donde me perdí. Es algo diferente, un donde diferente, posiblemente incluso un cuando diferente.
El martilleo de los tambores aumenta cada vez más y empiezo a pensar que definitivamente esta vez la he liado a lo grande. Me atrevo a abrir mis ojos y si, la lié a lo bueno, esta no es mi casa, no es el bolsillo donde vivía, ni la maleta donde me llevaban, no está ni cerca del cajón donde me guardaban. Esto es verde, muy verde, y frío. Esto es un campo abierto, es un parque, creo. Es lindo, si, eso puedo verlo incluso si tengo miedo. Pero no es mi hogar. Me tomo un par de minutos más para admirar el paisaje, las flores de colores tan vivos y brillantes que parecen bailar (Estoy casi seguro que si estaban bailando), los arboles que se agitaban y cantaban al viento, las aves que volaban sobre un firmamento tan azul y claro como sólo existe en libros. Entonces cerré los ojos nuevamente. Si una vez me había traído aquí, lo más probable era que otra me permitiera salir. Los tambores regresaron, pero esta vez los esperaba, casi que los quería, significaban que me movía, que estaría en un donde y un cuando diferentes al abrir los ojos.
La siguiente vez aparecí en un antiguo coliseo Romano. Presencié los juegos y vi como la mano bajaba y daba vida o muerte a voluntad del emperador. Me produjo escalofríos. Cerré mis ojos de nuevo.
Y la siguiente viajé a la Atlántida. La civilización había seguido avanzando después de su hundimiento. Las construcciones y las torres eran hermosas, los ciudadanos eran amables e inteligentes, dedicados a cultivar sus mentes en una existencia pacifica. Pensé que sería buena idea quedarme un poco más ahí, era bastante agradable pero la respuesta vino a mi como un rayo. No. No podía.
No eran mi hogar, ninguno de esos sitios que visité. Ninguno de los tiempos en los que estuve, no era mi tiempo, no eran mi lugar. Así que intenté una vez más. Cerré mis ojos y me concentré todo lo posible. Pensé en mi hogar, en mi dueño, en lo triste que debería sentirse por mi ausencia. Y aún así, incluso si ya me había reemplazado, pensé que yo sí quería volver. Los tambores sonaron esta vez con mucha más fuerza y pensé que me reventarían los tímpanos antes de poder volver. Su sonido se silenció con la misma rapidez con la que había empezado. Conté hasta diez antes de abrir los ojos.
Uno.
Dos.
Tres.
Cuatro.
Cinco.
Seis.
Siete.
Ocho.
Nueve.
Diez.
...
¡Ahí estaba! Lo había encontrado, había vuelto. Mi dueño estaba ahí, frente a mi, sonriendo por haberme hallado. Claro que él no sabe lo lejos que me fui y las cosas que vi pero no necesita saberlo, para él está bien con tenerme de nuevo a su alcance. Y para mi también. Ha de ser divertido, después de todo, o no habría regresado.

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