Ambos somos pequeños. Si, es hora de admitirlo, soy pequeña. Me amo pero sigo siendo pequeña. Para miles de cosas, no sólo físicamente, y los demás lo saben. Casi todos lo saben, puesto que se sorprenden demasiado cuando ven lo que puedo hacer. Gajes del oficio, creo.
Ambos estamos varados, no podemos navegar. Él por ser pequeño, por quedarse sin combustible, por no poder manejar las olas, qué sé yo. Y yo por ser pequeña, por no saber qué me mueve, por saberlo y no seguirlo, por dejar ir lo que amo, por no poder manejar mi prisión, qué sé yo.
La diferencia entre mi historia y la del barquito chiquitito es que la de él puede volver a contarse sin que nadie llore, grite o haga berrinches. A mi, por otro lado, si me toca lidiar con eso.
Pero
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