Ella en cambio, es la cobarde, la que le teme incluso a la luz del sol.
Ella es esa que se aterra ante su propia sombra, la que se esconde tras un par de lentes y unas palabras crudas.
Ella es la que se oculta detrás de unas páginas amarillas y gastadas.
La que teme salir de la puerta de su habitación, la que teme dejar su espacio personal.
Ella sabe, sabe bien, que nada es seguro, que nada está definido, que el mundo externo no tiene mecanismos de seguridad para niños.
Ella se esconde bajo la cama cuando los golpes duelen, ella conoce demasiado bien ese escondite bajo la mesa cuando los truenos retumban, ella trepa árboles para escapar del látigo.
Ella sabe correr porque tiene que huir, ella salta para que no la derriben, ella entiende bien el concepto de supervivencia.
Todo puede destruirla, todo puede hacerle trizas, y ella corre para sobrevivir.
Al final del día, el que sobrevive no es el más fuerte sino el más apto, ella aprendió a correr y esconderse, a temerle a todo, para evitar ser alcanzada.
Y ella está presente casi siempre. Todas lo están, creo.
Y ella es la que se siente insegura, acobardada, temerosa de hablar siquiera.
Es quien más lo lamenta cuando la embarramos, cuando lo arruinamos todo, porque ve que tenía razón.
Ella odia tener razón, porque eso significa que no servimos, pero también odia equivocarse, porque la misma dualidad extraña que la hace querer hacer bien algo la obliga a desear tener razón al pensar que nos equivocaremos simplemente por lograr hacerlo bien.
Ella se cree, se sabe a veces, extraña, diferente, inadaptada.
Ella sabe que no encaja del todo en casi ningún rincón del ancho mundo.
Ella sabe que si se encariña, sufrirá.
Casi que lo espera siempre.
Ella tiene siempre ese pensamiento fatalista de que el amor duele, que amar hiere, que destruye.
No me pregunten de dónde lo sacó, lo obtuvo casi al tiempo que el habito de esconderse bajo la mesa cuando los truenos retumban o que ir a correr bajo la cama [(sólo de día, de noche le teme al coco) cuando los golpes duelen.
Ella le teme a la oscuridad, madre noche, le tiene terror a la incertidumbre.
Si de ella dependiera, quizá el mejor lugar sería una jaula, encerrada, lejos de todos y todo.
Todo tiene un borde, cada cual más afilado, y duele y lastima cuando te acercas mucho.
Y todo es profundo, profundo como un abismo negro y oscuro.
Un abismo que ella no puede ver, le teme a las alturas.
Le teme a los animales.
Le teme a la gente.
Le teme a las mordidas, a los besos, a los abrazos.
Ella le teme a todo lo que crea adicción porque piensa que sucumbirá en cualquier segundo.
Ella le teme a todo.
Ella es ese secreto que a nadie mencionamos, todos creen que brillamos por valientes.
Ella es esa parte vergonzosa que vive escondida por voluntad propia, teme no ser entendida.
Ella es ese miedo extraño que todas poseemos, de ser descubiertas, halladas, descifradas, y como ella dice, incomprendidas o rechazadas.
Ella es la que se esconde y susurra pequeñas ideas a nuestra mente ruidosa y colectiva, extrañamente siempre le escuchamos.
Ella es la que teme a todo, una de nosotras, una muy arraigada en nosotras.
Otra vez, ella es ella.