Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.
Yo si puedo soñar. De hecho, más de lo que me gustaría. Porque acabo soñando con vos, con tus palabras, con tus ojos. Y eso, querido niño, me deja destrozadamente exhausta.
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Deja que tus gritos también sean llevados por el viento.