Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.

22 ago 2012

Es tan condenadamente repetitivo que lo odio.

Ella quiere romper algo, gritar, destruirlo todo.
Yo creo que simplemente quiero poder llorar y dejarlo todo, todo, salir de una buena vez.
Solemos considerar que las heridas están cerradas, que el pasado es eso, pasado, y que las cicatrices no son graves. Eso queremos pensar. Sin embargo, en nuestros momentos de brutal y completa honestidad, tenemos que admitir que no es del todo así. No es ni siquiera un poco así. Las heridas no han cerrado, no están ni cerca, el pasado no es sino un fantasma recurrente que nos tortura y persigue, y las cicatrices son tan visibles y están tan expuestas como la carne viva de la herida.
Y nada funciona como debería. Nada nunca funciona como debería.
Nunca nada es lo que parece y esa es la peor parte de todo. Todo acaba siendo una máscara, un disfraz específicamente diseñado para no hacerle daño a nadie mientras el caos y la confusión reinan dentro de mi cubo de metal. Cubo de metal. Ni siquiera puedo decir que burbuja de cristal, lindo, ¿no? Es que es un cubo, tan encerrada y recluida que apenas puedo respirar, y no es transparente, está diseñado para que yo no vea nada por fuera de él, para que no escuche ni sienta nada que salga de sus limites. Esta creado única y exclusivamente para contener mi alma y quitarle los colores, los sentimientos, las ideas. Pero claro, nadie lo cree. Solo yo lo veo y eso la hace inexistente, como todo. Eso hace que sea mentira, porque si no es real para todos entonces no es real en absoluto. Eso hace que sea una reclusión enormemente solitaria porque aunque vea las aves y escuche su canto, aunque algunas lleguen hasta los barrotes de mi celda a hacerme compañía, ninguna se queda. Todas vuelan en algun momento y yo sigo sola, esperando que la luna aparezca y haga soportable mi encierro. Pero la luna no llega, ni el sol, ni la nieve, ni la brisa. Aquí no hay nada más que soledad y rareza, nuestra rareza, el motivo del encierro y la única tabla de salvación que poseemos.
Y todo funciona como no debe y todo funciona como debe.
Pero todo es tan subjetivamente mio, que a nadie más que a mi le parece así.
Ahora mismo necesito recluirme en mis sonidos y en mi aliento.
Ahora mismo necesito sacarme el veneno.


Y no, no me llames, sé que cuando leas esto pensarás en hacerlo. Si, sabes que es contigo.
Ya luego te contaré qué ocurrió. 

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