Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.

16 ago 2012

No podía quedarme sin subir esto.

Son curiosos. Extremadamente inquietantes.O tal vez lo inquietante es que nadie los haya notado. Tal vez son un poco invisibles, tal vez somos un poco ciegos, tal vez realmente no están ahí. Me acerco, los observo, no parecen encajar, probablemente es eso lo que me atrae, lo poco y a la vez lo mucho que parecen pertenecer a ese lugar. Como pequeños dioses paganos, poseen un improvisado altar que finge hacer las veces de mesa, pretenden no ser descubiertos. Habitan ese rincón destinado a lo que se esconde, a lo que no se desea compartir, pero ¿Por qué? ¿qué crimen están pagando? ¿para qué fueron creados? Permanecen inmóviles mientras les observo, casi retándome, casi midiendo mi atrevimiento, calibrando mi curiosidad. Pero no puedo con el misterio, me acerco un poco más, mis dedos queman de ganas, tengo que, debo hacerlo, me estiro un poco, he de tocarles. Parecen irradiar un magnetismo hipnótico, un canto de sirena que cautiva mi atención. No me decepcionan, pero tampoco se limitan a cumplir mis expectativas, van más, más allá. Es suave, su tacto, como si supieran que les iba a tocar y hubiesen decidido sorprenderme. ¿Será cierto? Sigo creyendo que son pequeños dioses paganos. Todos llevan algo escrito, quizá un nombre, quizá una fecha, quizá ambos, quizá es la fecha en que sus mundos colisionaron con el mio, o quizá es el nombre que poseen en el reino que dominan. No son perfectos, están golpeados, heridos, marcados, golpes, batallas, victorias, de eso hablan sus heridas, de las huellas que han dejado, que les han dejado, del poder que esconden o de la fuerza de la mano que les mueve. Y yo, curiosa, no puedo evitar tocar sus ídolos, sus marcas, leer sus nombres, preguntarme qué y por qué son. Aún los creo dioses, pienso que quizá demonios, criaturas invisibles en tantos rincones que solo los ve quien ellos desean. Siguen estando allí, quién sabe por cuánto tiempo esperando que alguien más quiera verlos, adorarles.



Dedicado a los pequeños bloques circulares de cemento en el muro del salón.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Deja que tus gritos también sean llevados por el viento.