El aire a su alrededor se condensó. Podía sentirse la electricidad, podías esperar ver saltar las chispas. Sin embargo ninguna chispa saltó. Ningún sonido interrumpió la comodidad de su silencio, de su compañía. A lo lejos el cielo oscurecía cada vez más y aunque las nubes se movían lentamente, perezosamente, no hacía falta ser un experto para saber que esa noche se desataría el principio de las tormentas.
De repente un trueno lejano rompió el silencio. Segundos después un relámpago cayó rasgando el cielo y un nuevo trueno, esta vez más cercano, se dejó escuchar. No se movió, ni siquiera parpadeó. Buscó con su mirada el punto donde el relámpago había caído, sin verlo, y se mordió el labio para contenerse. Le gustaba la lluvia, le gustaban las tormentas, le gustaba la lucha de gigantes que los rayos y truenos desataban. Le gustaba todo lo que de niña le había aterrado.
Un nuevo trueno se escuchó y pequeñas gotas empezaron a caer de un cielo que se pintaba de gris. Ella miraba de vez en cuando a su compañero. Era una sensación extraña, un silencio cómodo, que no sabía cómo clasificar. Decidió dejarlo ser. No le gustaba complicarse con enredos, para eso ella misma. Sonreía. Tenía una pequeña broma personal de la que no pensaba informarle, pero se reía, y a su costa. Era agradable. Había habido pocas cosas agradables en su vida los últimos días. Cerró los ojos y levantó la cara al cielo, las gotas caían sobre su nariz, sus mejillas, sus parpados cerrados. Casi podía verse a si misma acostada sobre un verde campo mientras la lluvia barría todo a su alrededor. Pronto, pensó. Quizá más pronto de lo que se esperaba. Pero le costaba esperar, le costaba contenerse. Llevaba tanto tiempo fingiendo y pretendiendo que le gustaba lo que hacía que empezaba a sentir que incluso ella era una mentira. Nadie puede ser tan anormal, le decían, nadie es tan extraño. Ella no lo veía como algo extraño, era simplemente normal, eran los impulsos que sentía, lo que le nacía. En ocasiones lo admitía, a veces no era más que su búsqueda constante de diversión, un poco a costa del asombro de otros, pero la mayor parte del tiempo, y muy dentro de ella, era simplemente así. Era eso, lo que la movía, lo que la llevaba. Era eso.
El cielo estaba cada vez más oscuro, decidió que era hora de marchar a su próxima clase, llegaría tarde y no necesitaba otra razón por la que la gente la señalara. Se puso en marcha, no sin antes pensar que pasaría una semana antes de volver a olvidarse por un rato de todo lo que la atormentaba. Curiosamente, no se veía tan gris la perspectiva. Dolorosa, si, pero le había estado doliendo, en mayor o menor medida, casi durante seis meses, era algo a lo que se había acostumbrado. Mas o menos.
Sonreía mientras caminaba. Ella sabía cosas que los demás no sabían. Ella sabía cosas que él no sabía. Ella estaba bien con casi todo y eso era bueno, por una vez, era bueno.
Caminaba como siempre, con la vista en ningún lugar especifico, con su música, con su ritmo. Caminaba como sólo ella sabía, como la poseedora de una gran verdad inamovible. Y lo era, la poseía. Había esperanza, esa era su verdad. En algún momento, aunque aún no supiera cómo o cuándo, ella estaría bien,
Don't you worry, don't you worry child. See, heaven's got a plan for you. (This reminds me there's still hope.)
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