Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.
Era de esperarse. Predecible. Era inevitable que mi mirada se perdiera detrás de unos pasos que no miran hacia atrás.
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Deja que tus gritos también sean llevados por el viento.