Me va a matar. Estoy escribiendo con la izquierda (todo lo que puedo), antes de que me grites.
No hablaba de eso, aunque podría. Me refería a la casualidad.
Para ella era bastante normal, incluso aunque no permitía que se convirtiera en rutina, recorrer ese camino. Había sido el mismo desde que tenía memoria de él. Un pie detrás de otro, se recordó, siempre lo hacía. Siempre olvidaba el ritmo, siempre creaba uno nuevo. Siempre notaba algo diferente. Tenía esa costumbre de buscar algo nuevo cada vez que recorría el camino. No algo externo, algo un poco más de ella, más cercano, más personal. Ese día había escogido, o había sido pura casualidad, no estaba muy segura, fijarse en el viento. Había algo en el correr del viento entre los arboles, en el golpe del viento en su rostro, en la sensación del viento en su cabello. Era eso, notó con curiosidad, lo que más extrañaba de esos días. Su cabello casi tenía vida propia, era un ente agregado a su propia individualidad. Era una compañía y una declaración. Llevaba la firma de sus emociones, de sus ideales, de sus impulsos. Podía hablar de alegría, de libertad, de dulzura, de necesidad, de represión, de dolor, de control; podía hablar de muchas cosas en concreto y de ninguna en especifico. Había demasiadas razones para que amara su cabello, muchísimas pero una de las principales era él. Curiosamente, había sido ese uno de los detalles que había llamado su atención. Le gustaba, le gustaba como era libre y se movía con el viento.
Ella suspiró.
Le molestaba encontrarse a sí misma pensando en él. Le molestaba incluso ser consciente de pensar en él. Era traición, decía, una enorme traición contra sí misma. Era ignorar deliberadamente su amor propio en busca de qué, de algo que no podía ni poseería nunca. Resopló, claro, como siempre estaba en el mismo punto muerto de todos los días. Deseaba lo que no podía tener, y era incluso normal, sin embargo era consciente que sus deseos llevaban precios y dolían. No le importaba pagarlos, ella estaba gustosa de pagarlos, pero algunos eran injustos. Ese, por ejemplo, era demasiado injusto. Estaba pagando en exceso por algo que ni siquiera había disfrutado, algo que ni siquiera había poseído en toda regla. Y si, quizá era cobro agregado de una deuda anterior, pero eso no podía ser siquiera legal.
Su paquete estaba en camino, se recordó.
Pronto le daría un aire colorido a las cosas. Estaba segura que eso no la haría simplemente olvidar y sentirse mejor, pero ayudaría, y vaya si ayudaría.
De pronto, he ahí, la casualidad más casual y poco convincente. No era planeado, estaba segura de ello, sin embargo era tan casual que lo parecía. Justo en ese momento aparecía una mariposa para salvarla de caer en una espiral de tristeza.
Sonreía, después de su encuentro con aquella mariposa, aquel ser. Tenía una enorme sonrisa y un gesto alegre. Quizá incluso durmiese bien esa noche. Quizá.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Deja que tus gritos también sean llevados por el viento.