Hay un lugar, un parque, al que solo puedo ir en sueños. Nunca he ido dos veces con la misma persona y solo una vez he entrado. No hay problema, de no ser porque cada vez que voy, cada vez que estoy allí, acabo encontrándome con ese alguien sin rostro que habita mis sueños.
No, no tiene un rostro, no logro definir sus rasgos o sus gestos, sólo lo sé. De esa forma enferma que tienen los sueños de dejarte saber las cosas antes de que siquiera ocurran. Y yo sé, también, y a mi pesar, que tampoco me verá. Que ese alguien no tiene ojos o tiempo para mi, que no me nota, no me determina, no me pone atención porque mi existencia no le significa nada. Y es esa cruel forma que tienen mis sueños de torturarme la que hace que no desee dormir pronto o que me desvele hasta que no pueda mas porque no quiero saber qué cosa macabra me deparan.
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