Y yo, que no puedo estar sin ti, no he encontrado la manera de que no tengas que morir.
Lo siento. Lo siento, Jack.
Lo siento, tu, hombre de mi vida, sueño de mis noches, razón por la que escribo y sueño, lo siento.
Pero no sé qué otra cosa me queda por hacer.
Quiera a quien quiera, alguien sale herido, alguien a quien no deseo herir. Y no lo entienden. No comprenden que aun falta mucho tiempo, eras, años, quizá una década, qué sé yo, antes de que me decida a decir que si a esa persona, a ese desquiciado, que quiera unir su vida a la mía.
Es simplemente que aun no aparece en mi vida, aun no le conozco, aún no le he hallado. Y no tiene que ser un príncipe azul, un escritor, un musico, un artista ni nada por el estilo. Solo debe ser alguien que me robe el aliento, que me pierda, que me encienda, que me haga sentir la mejor persona del mundo solo por tenerle, que me rete, que me de pelea, que me suponga un reto, que no deje que me rinda. Quiero a alguien con quien discutir y que me gane, que me venza, que me diga que no importa perder en ocasiones. Alguien que me salve de mi misma y de mis demonios, alguien que me recuerde que no todo en mi es malo.
Pero aun no le hallo. Y no me desespero. No muero de impaciencia ni de ansiedad. Porque sé que él aparecerá en el momento indicado, justo cuando deba hacerlo, justo cuando yo más le necesite. Ahí estará.
Pero yo, por ahora, me rehusó a dejar que me manipulen y me culpen y me conviertan en el blanco de un despecho que no existe y que no quiero causar.
Y me llenaré. Hacer mil cosas probablemente baste para mantener mi mente lejos de todo el caos que causa el amor.
Por eso, lo siento, mi amor, mi vida, mi cielo, mi Jack.
Lo siento, pero tendrás que esperar.
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