Me siento atascada. Atrapada. Me siento encerrada.
Los que me conocen, y principalmente yo misma, suelen preguntarme qué rayos hago estudiando esto. Qué pasa por mi cabeza cuando me pongo a hacer algo que me encerrará en una oficina y que me atará a un jefe o que, en el mejor de los casos, me pondrá de jefe de alguien más. Y no es que tenga algo de malo, es simplemente que eso no es lo mio. Lo mio, lo que amo, lo que adoro, lo que anhelo con todo el alma tiene mas que ver con habitaciones llenas de tinta, de papel, de imágenes, de pintura. Tiene mas que ver con el arte de crear que con el arte de vender. Y, seamos honestos, por mucho que yo diga que no quiero estudiarlo como forma de ganarme la vida, cosa que es cierto, me es imposible negar que sería sumamente feliz si pudiera hacerlo, si no tuviera que preocuparme de tantas cosas y personas tan intrascendentes que me obligan a aplazar y a dejar ir lo que quiero.
Es que claro, no hay posibilidad para mi de ir a estudiar literatura o artes plásticas en la Nacional, nadie lo cree. No confían lo suficiente en mi capacidad de sobrevivir, pero después de esto, eso sería el cielo, o no hay el dinero, eso es lo de menos, yo quiero y yo veré cómo me las arreglo. Pero no. No es posible. Debo hacer algo productivo, algo útil, algo de lo que se pueda vivir.
Sugieren que sea ingeniera. Vale, no es mala idea, me gusta, no me enamora locamente, pero podría vivir con ello. Me gustó una, solo una me gustó lo suficiente para pensar en encadenarme a ella. Cinco millones por semestre. Pude haberlo hecho, pude haberlo intentado. Ella me habría apoyado, seguro que si, ella habría hecho todo lo posible por ello, porque claro, así me quedaba en la ciudad. Pero no. Yo, maldita sea mi conciencia, me puse a pensar a futuro. Me puse a pensar en los que vienen detrás de mi, en esos seres que odio y que amo tan encarnizadamente y no pude decir que si. Seguiré buscando, eso dije.
Encontré, o debería decir me encontraron, porque la encontró alguien que en ese momento era importante, gran estupidez, inmadurez, dejarme guiar por las hormonas, ilusa. Me hablaron de algo que se parecía a esa opción aceptable que me había gustado. Decidí probar. Sabiendo, como he sabido siempre, que si cambio de opinión se me permitirá, se me aceptará e incluso me apoyarán. Sabiendo, como he sabido siempre que una vez empezara no sería capaz de abandonar, por culpa del intento de amor propio que poseo y que me impide considerarme una cobarde o renunciar a algo así.
Y así acabé donde estoy. Sentada en un salón de algo que me agrada, no puedo negarlo, pero en lo que no me veo. No me encuentro a mi misma en esto pero tampoco soy capaz de abandonar. Y luego, luego por un momento pensé en psiquiatría, eso me gusta, puedo vivir muy bien con ello.
Sorpresa, primero necesito medicina. Todo bien, podría hacerlo, pero son unos diez años de estudio, unos diez años más dependiendo de alguien que no soy yo, en contraste con los por lo menos tres que aun me quedan, y no puedo soportarlo. Yo amo y agradezco todo lo que hace por mi pero no puedo soportar depender de alguien que no sea yo, porque eso me enseñaron, que no iba a haber nadie para ayudarme, y ahora no me lo saco de la cabeza. Y rayos.
Entonces yo voy bien, sobrevivo, hasta que al imbécil le da por recriminarme que hago algo que otra persona escogió para mi sin pensar que yo ya pago con creces esa decisión y que lo que le digo no es porque no desee que él haga lo que quiere, sino porque realmente me interesa que pueda hacerlo. Porque si yo no tengo eso que me llena, al menos él puede tenerlo y por mi estará bien.
Me voy. Este mundo en el que vivo no me permite mas que unos cuantos segundos de verdadera honestidad conmigo misma.
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