Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.

23 sept 2012

Tum. Tum. Tap.

Tap. Tap. Tap.
Un. Dos. Tres. Pausa.
Tap. Tap. Tap.
La misma secuencia se repetía una y otra vez. Era una suerte de ritmo hipnótico, una especie de maleficio que le atraía y atrapaba.
Tap. Tap. Tap.
Aquí iba de nuevo. Día dos mil trescientos cinco. Día del caos.
Ese día era como cualquier otro, era un día normal y aburrido. El tap, tap, tap del techo, fiel a su costumbre, había empezado desde temprano y aún continuaba. Llevaba un ritmo suave, una cadencia tranquila cuya serenidad marcaba los compases del reloj. El viejo reloj seguía en la pared, desde su privilegiado punto de observación, mirando y registrando cada detalle de los insufribles segundos.
Y tap, tap, tap.
En una época anterior ese sonido le había aterrado. Alteraba sus nervios hasta el punto de obligarle a salir de la casa.
Tap. Tap. Tap.
Había corrido despavorido en muchas ocasiones. Después de un tiempo, el sonido se había convertido en un calmante. Un cronometrado latido que confirmaba la vida que se movía sobre él.
Tap. Tap. Tap.
La causa del sonido no era otra que ella. Esa chiquilla, esa mujer, esa muñeca de porcelana que un día tras otro cruzaba el suelo de puntillas.
Tap. Tap. Tap.
Había tratado de verle, había buscado mil excusas par aparecer en su rumbo. Pero ella. Tap, tap, tap. No le veía.
Ella iba y venía, tap, tap, tap, contando y hablando. Dejando un olor a nubes y deseos que perduraba horas después que su presencia se marchaba.
Tap. Tap. Tap.
Un encuentro casual en el elevador, absoluto silencio.
El tap, tap, tap no se presentó y el olor abrumó la estancia, como una presencia propia de algo más que humano.
Tap. Tap. Tap.
Asentimientos de cabeza que no eran correspondidos o siquiera reconocidos.
Tap. Tap. Tap.
El vestíbulo era un buen lugar de encuentro. No era nada, era solo un lugar, ni siquiera se escuchaba el tap, tap.
Tap. Tap. Tap.
Un día la siguió. Un día recorrió todo el camino a sus espaldas.
Tap. Tap. Tap.
Lleggó a aparecer en un teatro, una puerta y luego un escenario.
Tap. Tap. Tap.
Un cuerpo que se movía como las olas y que poseía el encanto de las ninfas. Ese era. Allí. Tap. Tap. Tap. Ese era el hipnótico sonido.
Tap. Tap. Tum.
Tap. Tum. Tap.
Tum. Tum. Tum.
Un retumbar de sangre caliente mientras la comprensión cubría las ansias. Un bastón y un poco de ayuda al subir y bajar del escenario, rasgaron el velo de los saludos no devueltos.
Tap. Tap. Tap.
Color avellana.
Tap. Tap. Tap.
Distraídos, desenfocados, perdidos.
Tap. Tum. Tap.
Un vicio hecho adicción.
Tap. Tum. Tum.
Un sonido calmante y amado.
Tum. Tap. Tum.
Un silencio sagrado. Una obsesión anhelante.
Tum. Tap. Tap.
Una imposibilidad.
Tum. Tum. Tap.
Una ninfa intocable.
Tum. Tum. Tup.
Un eterno secreto.
Tum. Tum. Tam.
Un corazón latiendo.
Tum. Tum. Tum.
Tum. Tum. Tap.
Tum. Tap. Tap.
Tap. Tap. Tum.
Tap. Tum. Tum
Tum. Tum. Tum.

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