Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.

5 sept 2012

Después de la lluvia, un destello.


Esto es algo escrito para una clase, no es realmente muy bueno pero es lo que me salió. Y hablando de destellos, me muero de ganas por volver a verlos. Necesito preguntar demasiadas cosas.


Esto es lo que queda después de la lluvia, recuerdo haber pensado mientras me sentaba en la escalera de uno de los bloques de la universidad, llevaba un rato observando detenidamente a los estudiantes y profesores que paseaban por la plaza roja, buscaba un destello de algo que llamase mi atención. A un lado y otro de la plaza empezaba a repetirse la misma escena: un grupo de unas cuatro o cinco personas, quienes no estaban en clase, que hablaban ya fuera de pie o sentados en la cafetería o en las bancas del patio. Era lo mismo que casi siempre veía, la plaza llena de charcos aquí y allá, la gente evitando los charcos y caminando con cuidado para no caer, porque nadie suele querer caerse ante todos sus compañeros.
Sin embargo, algo diferente tenía este día, quizá por la luz, quizá porque aun permanecía el aroma a lluvia en el aire, quizá solo porque esta vez si puse atención. Había un aura de expectación general, como si todos rogaran porque la lluvia impidiera las clases o por un milagro. Alguien corría por el pasillo de la cafetería, buscando algo o a alguien, eso era obvio. Me pregunto qué habría estado buscando y por qué. Una pequeña hada, bueno, una chica con toda la apariencia de un hada, esperaba de pie en medio de la plaza, justo al final del pasillo por donde venía corriendo el chico. En una de las mesas de la zona verde un grupo de chicos jugaba domino mientras reían y se burlaban de si mismos. En otra de las mesas de esa misma zona, había un grupo estudiando y riendo. En las escaleras de la cafetería había varios grupos sentados que reían y hablaban entre si, como si eso fuese lo único importante que tenían que hacer, como si no hubieran clases, como si no hubieran horarios que cumplir.
Como si alguna alarma imaginaria hubiese sonado, un grupo de estudiantes empieza a salir del edificio de la biblioteca y se dirige a la puerta. Bolsos grandes, pequeños, mochilas, es todo un desfile de vestuarios y de morrales que me recuerda al colegio. Algunos llevan prisa, se puede ver como sus pasos se aceleran cada vez más mientras tratan de llegar a algún lugar en específico. Otros simplemente se dejan llevar, caminan despacio, conversando, sin afán aparente y sin poner atención al sol que empieza a ocultarse; y esto último es culpa de la lluvia que oscureció el día y le quitó poder al sol. Ese grupo se me hace curioso, no encaja con los demás grupos, no se ve como los demás grupos que si pertenecen a ese horario, esta claro que ese grupo no es de ese horario y por lo tanto en esos momentos está en un terreno desconocido. Pero ellos no pueden verlo, no pueden saberlo. Solo yo lo sé. Y de pronto, cuando creo que ya toda la procesión de extranjeros ha terminado, un destello de dorado captura mi atención, se la roba por completo. Se me olvida que existe un mundo externo a mí alrededor y me pierdo en las vetas de un iris cuyo color no descifro aun del todo. Pero es un destello, algo tan momentáneo como casual, su dueño no me ve, no me conoce quizá, y continua su camino perdido en sus pensamientos mientras intenta no pisar las líneas del suelo. Oh, si, incluso eso sé de él. Y sé también que mientras yo observo y me encuentro con esos destellos que cautivan, él lo ignora y corre porque algún destello le cautivo a la vez.

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