Esto es algo escrito para una clase, no es realmente muy bueno pero es lo que me salió. Y hablando de destellos, me muero de ganas por volver a verlos. Necesito preguntar demasiadas cosas.
Esto es lo que queda después de la lluvia, recuerdo haber pensado
mientras me sentaba en la escalera de uno de los bloques de la universidad,
llevaba un rato observando detenidamente a los estudiantes y profesores que
paseaban por la plaza roja, buscaba un destello de algo que llamase mi
atención. A un lado y otro de la plaza empezaba a repetirse la misma escena: un
grupo de unas cuatro o cinco personas, quienes no estaban en clase, que
hablaban ya fuera de pie o sentados en la cafetería o en las bancas del patio. Era
lo mismo que casi siempre veía, la plaza llena de charcos aquí y allá, la gente
evitando los charcos y caminando con cuidado para no caer, porque nadie suele
querer caerse ante todos sus compañeros.
Sin embargo, algo diferente tenía este día, quizá por la luz,
quizá porque aun permanecía el aroma a lluvia en el aire, quizá solo porque
esta vez si puse atención. Había un aura de expectación general, como si todos
rogaran porque la lluvia impidiera las clases o por un milagro. Alguien corría
por el pasillo de la cafetería, buscando algo o a alguien, eso era obvio. Me pregunto
qué habría estado buscando y por qué. Una pequeña hada, bueno, una chica con
toda la apariencia de un hada, esperaba de pie en medio de la plaza, justo al
final del pasillo por donde venía corriendo el chico. En una de las mesas de la
zona verde un grupo de chicos jugaba domino mientras reían y se burlaban de si
mismos. En otra de las mesas de esa misma zona, había un grupo estudiando y
riendo. En las escaleras de la cafetería había varios grupos sentados que reían
y hablaban entre si, como si eso fuese lo único importante que tenían que
hacer, como si no hubieran clases, como si no hubieran horarios que cumplir.
Como si alguna alarma imaginaria hubiese sonado, un grupo de
estudiantes empieza a salir del edificio de la biblioteca y se dirige a la
puerta. Bolsos grandes, pequeños, mochilas, es todo un desfile de vestuarios y
de morrales que me recuerda al colegio. Algunos llevan prisa, se puede ver como
sus pasos se aceleran cada vez más mientras tratan de llegar a algún lugar en específico.
Otros simplemente se dejan llevar, caminan despacio, conversando, sin afán
aparente y sin poner atención al sol que empieza a ocultarse; y esto último es
culpa de la lluvia que oscureció el día y le quitó poder al sol. Ese grupo se
me hace curioso, no encaja con los demás grupos, no se ve como los demás grupos
que si pertenecen a ese horario, esta claro que ese grupo no es de ese horario
y por lo tanto en esos momentos está en un terreno desconocido. Pero ellos no
pueden verlo, no pueden saberlo. Solo yo lo sé. Y de pronto, cuando creo que ya
toda la procesión de extranjeros ha terminado, un destello de dorado captura mi
atención, se la roba por completo. Se me olvida que existe un mundo externo a mí
alrededor y me pierdo en las vetas de un iris cuyo color no descifro aun del
todo. Pero es un destello, algo tan momentáneo como casual, su dueño no me ve,
no me conoce quizá, y continua su camino perdido en sus pensamientos mientras
intenta no pisar las líneas del suelo. Oh, si, incluso eso sé de él. Y sé
también que mientras yo observo y me encuentro con esos destellos que cautivan,
él lo ignora y corre porque algún destello le cautivo a la vez.
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