¿He dicho que soy de gelatina?
Oh, no se si lo haya dicho ya pero si no lo he hecho, pues lo digo. Soy de gelatina.
De una gelatina muy particular, como la mayoría de las cosas referentes a mi.
Resulta que cada vez me derrito más, cada vez soy más gelatinezcamente gelatinosa. Y bueno, no esta mal, no está nada mal, de no ser porque hay otros alimentos que aunque llamen mi atención, no la captan de la misma forma en que esas monedas de chocolate y oro.
Ow. Me ha dado hambre. Debería dejar de compararles con comida, o dejar de pensar en él como algo que puedo morder y devorar pero, empezando porque me gusta eso de morder y devorar, él es el que me trata como algo comestible en primer lugar. Eso también me derrite.
Pero son tantas las cosas que me derriten, que me tienen vuelta gelatina. Una gelatina feliz. Si, una gelatina feliz, querida Belle, sabes perfectamente bien que es la comparación más acertada que se nos ocurre.
Porque cuando nos abraza, cuando sonríe, cuando nos mira, cuando juega con nuestro cabello, cuando toma nuestra mano entre las suyas. Nos pone a temblar con tantas cosas diferentes. Nos pone nerviosas y eso no es muy sencillo. Nos pone a pensar en mil y un posibles situaciones y en mil y un deseos que no le vamos a confesar pero que bien podemos pensar. Después de todo, creo que no estoy soñando. Y si no estoy soñando entonces eso significa que esas si han sido sus palabras. Y si si han sido sus palabras, yo soy y seré una gelatina feliz por un largo tiempo.
En fin, todo resume a que soy de gelatina y soy feliz, porque si, porque me gusta que le guste mi cabello, porque me enternece que me abrace, porque me gusta mucho, muchísimo. Tanto como ese tercer estadio del que me hablaron hace dos noches. Y eso me recuerda que la pequeña sombra en mi gelatinismo es eso, un hongo que no sé dónde encaja pero que a la vez no puedo hacer encajar. Y no puedo porque precisamente ya existen ese par de ojos dorados, que estoy segura que si no estuviera encandilada con el brillo de ese par de ojos tiernos, seguro encajaría a la perfección con un hongo. Hongo prevenido, que me advirtió que no debería acercarme mucho, y aunque me da curiosidad, le haré caso. No quiero que las cosas acaben mal, que no sería muy buena idea.
Pero saben, eso no me afecta tanto como me habría afectado antes, en otro tiempo y con otra persona, porque, y no sé si ya lo he dicho, pero eso que me pasa con ese par de ojos es tan nuevo y extraño que creo que es diferente a todo lo que conozco. Sin embargo, eso me gusta, eso que hace que esto no sea algo común ni algo a lo que este acostumbrada. Me gusta tanto como miedo me da, pero él también me hace perder buena parte de mis miedos.
Cambio y fuera.
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