Y no sé qué esperaba, no sé qué me causa. No quiero pensar en nada, definitivamente en nada.
Es tal la mezcla de ideas, de palabras, de conceptos que tengo en la cabeza que mejor ir a esconderme en un mundo falso y de tinta.
Es tal el desasosiego de no saber qué quería oír y a la vez saber que lo que quiero oír debe salir de sus labios a voluntad, que sencillamente empieza a ser difícil respirar automáticamente.
Bueno, supongo que los días van y vienen. Siempre es así.
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