Vos me preguntas qué pasa.
Decís que soy la cosa más rara de este mundo.
Vos pensás que no tengo arreglo.
Vos decís que soy genial.
Vos no hacés nada por verme.
Vos no hacés nada por mi.
Vos estás y ya. Estás ahí en tu rincón y apareces solo cuando muero de ganas por verte.
Y mira que de ahí no te mueves ni por que ruegue. Me matas. Me matás. Me muero. Morite vos mejor. Morite vos y que se mueran tus ojos, tus manos, tus palabras.
Pero no, no mueras. No me dejes ahora que te encontré. No me dejes ahora que aprendí que te quiero.
Y soy así, soy totalmente contraria a la normalidad, soy una constante contradicción de palabras y acciones. No sé ni quién soy ni a dónde voy. No sé qué quiero, ni cómo, ni cuándo. No sé nada aparte de que siento. Y a veces ni siquiera eso.
Pero tu dices que hay algo en mi que te gusta, ¿no? Vaya, espera. No, no lo has dicho. Eso no ha salido de tu boca, eso es lo que yo asumo que significa lo que dices cuando no lo dices. No puedo no hacerlo. No puedo no pensar en los miles y múltiples significados que pueden tener tus palabras. Como cuando dices que me quieres, como cuando dices que te gusta verme, como cuando me preguntas qué planes tengo con un tono de voz que suena a intento de invitación. Pero son pocas, son casi contadas esas últimas. Y es que si, a veces no sé porque no puedo saber. A veces es tan difícil saber si lo que quieres es verme o si solo preguntas por cortesía, o si te molesta que te hable y me aguantas por pura amabilidad o si de veras te gusta que te hable. Porque sé que puedo ser demasiado intensa, (uff y aun no ves mi lado posesivo), pero ya ves, así soy. Asi es, más aún cuando quiero. Y yo a vos te quiero. Tanto como me atrevo a decir, y esto es lo más que me atrevo a decir, más nombre que ese no sé. No sé. Tal vez falta tiempo, tal vez me falta valor, porque si, porque le temo enormemente a esa palabra, a ese sentimiento. Cosa que es nueva porque siempre he deseado sentirlo, y ahora, de la nada, me aterra inmensamente llegar a albergar semejante bomba de tiempo en mi interior. Tal vez lo que me falta es eso, ese detalle que no sé qué es pero que está ahí. Porque tu causas tanto en mi, incluso con la enorme disparidad de horas que me permite verte por casualidades y unos cuantos minutos robados al día, a la semana, aún con las diferencias entre tu y yo, con eso que hace que me pregunte qué rayos veo en vos. Porque sos diferente, casi totalmente opuesto a mi, y bueno, sé que no soy muy normal, y sé que no tengo muchas cosas dignas de amar, pero aún así, tengo mil, millones, miles de millones de células en este pequeño cuerpo que están llenas de una sustancia muy parecida al caramelo achocolatado y que viven esperando un momento que las llene de amor, que las reviente, que les haga soltar todo lo que tienen y pueden dar. Y es imposible, bueno, al menos eso grita mi tonto y absurdo corazón cada que te veo, es imposible que en algun momento no llegue a enamorarme de vos. Y no, no digo que te ame, eso no lo sé ( ¿y qué si así fuera? Sería mi problema y para nada tu responsabilidad), pero calma, aún no. Pero sí es algo fuerte, lo suficiente como para hacerme desear verte con frecuencia, quizá cada día, quizá cada hora, quizá estar contigo más que un par de minutos, más que solo un ratito, más que estar solo viéndote y suspirando porque la concurrencia me impide acercarme a ti todo lo que me gustaría. Pero sigues sin darte cuenta, o sigues sin hacerme notar que lo sabes. Y yo no sé si eso es bueno o malo, no sé qué sentir ni qué hacer.
Verás, querido mio, niño mio, dulce extraño y respuesta a mis deseos, porque si, sin duda alguna eres una respuesta a algo que hace tiempo pedí (y sabes, a veces creo que debí pensar mejor lo que pedía, porque pedí justo esto, y bueno, ahora que lo siento, aunque no es una situación insufrible, me causa el suficiente desasosiego como para no permitirme hacer mucho más que pensarte y desearte e incluso quererte); tu y tu y tu y tu, eres precisamente mi mayor causa de confusión. Y todo, absolutamente todo se resume a dos cosas.
Primero, dime de una buena vez, y bien claro para que no me queden dudas (uh, si, soy bastante lenta con estos temas), qué rayos sientes por mi.
Segundo, si quieres verme, dilo. Dime qué es lo que quieres, que es porque tu lo quieres. Porque, sabes, no me gusta esta sensación de que quizá todo sea simplemente porque yo lo dije, porque yo lo quería, porque casi que rogué por ello.
Entonces es eso, eso es todo.
Y aunque quizá no leas esto, aunque quizá no lo sepas, yo me lo saco de adentro, y entonces puedo sobrevivir unos días más, unas horas más. Hasta que tus palabras vuelvan a causar una colisión de emociones y un choque de deseos en mi interior y yo vuelva a ser eso que no sé.
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