Y que tal que, como una mariposa,
revoloteando de flor en flor,
la felicidad nos hubiera abandonado.
Que tal que, como un astro fugaz,
de un cegador brillo pero demasiado perenne,
hubiera aparecido el amor
para huir al segundo y dejar solo el temor.
Y si, hagamos una apuesta,
tu y yo somos un juego,
algo sin razón ni futuro,
duplicaré mi apuesta,
ni nada en común
más que el absurdo deseo de ser dos.
Aunque tu fueras mi razón para tener razón,
eso nada significa,
ya no encuentro las ganas,
no hallo el motivo,
en alguna parte se que no eres tu mi destino.
Quizá yo, como la mariposa,
no pude vivir en el suelo
y no logré abandonar mis nubes de color.
Quizá yo, siempre dispersa
no logré mantener la conexión
y, si acaso lo notaste,
la ilusión nos calló.
Y si, giremos la ruleta,
el amor y la pasión no fueran suficientes
sino solo un catalizador.
Y si, se detuvo en mi número,
todo esto fuera una farsa sin dirección,
he ganado la apuesta,
y esa mariposa fuera yo.
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