En esta vieja ciudad que nos ha visto crecer, por separado nos educo en las leyes de la injusticia, de la trampa, del egoísmo y de la selección natural. El tiempo nos dividió y compuso la enorme brecha que nos separaba, enseñándonos, guiándonos, mostrándonos un rumbo que no conocíamos. Las calles que sirvieron de cancha, de estadio, de puente y auditorio; las personas que fueron nuestros mentores, maestros, directivos, editores, guionistas... Todos los que diseñaron las vidas que habíamos de recorrer. Nadie, ni ellos, ni yo, y creo que tu mucho menos, hubiéramos supuesto el rumbo tan definitivo que seria encontrarnos alguna vez. Y claro, nadie habría predicho el doloroso final.
No digo que lamente el que las terminaciones nerviosas de mi cuerpo respondan a tu presencia, no digo que desee no haberte conocido, ni que desee borrar aquello que aprendí contigo. Pero desearía que no hubiera una herida sangrante en tu pecho, que el arma homicida no fuera yo y que la escena del crimen no fuera ese lugar donde a diario tendremos que volver.
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