- ¡Maldición! ¿Qué acaso no entiendes lo que significa dejarme en paz? He visto tu reflejo a través de miles de cristales, he oído tu voz a través del atronador ruido, he sentido tus manos incluso cuando no pienso en estar contigo. Me persigues, bien? Eres el cazador de cuyo rastreo soy victima. No sabes lo mucho que daría por no verme en esta situación, por no vivir huyendo de cada espejo, cada vitrina, cada lugar que guarda partes de nuestra historia. Ya me basta con esto, con ver el desprecio y el dolor en tus ojos, con ver la soledad de tus manos y saber que pude haberla curado. Me basta con sentir como deseas que mi rostro se borre de tu memoria y con sentir el frío cuando pasas a mi lado. Me basta el recuerdo de haberte querido, incluso amado, tanto. Me basta con saber que rompí la promesa más importante para mi. Me basta entender que, aunque no fue tu culpa, yo no habría podido evitarlo. Es suficiente con entender lo perversa y retorcida que es mi naturaleza y lo imposible de mis esfuerzos por cambiar eso. Para mi, basta con saber que te quise, que te ame, que me correspondiste y que mi burbuja reventó y, sin saber como, mi amor murió. Todo eso, aunque no lo creas, es suficiente para estarme empujando al borde del abismo, no necesito agregarle lo doloroso que es saberlo, ni lo frío que se siente mi corazón al verte. No necesito sumarle a esto tu existencia atada a mi cuerpo.
- ¿Terminaste?
- ¿Si?
- Eres libre.
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