Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.
29 jun 2013
27 jun 2013
Lo que trajo la lluvia o la ansiedad (Otra perspectiva)
Esta es la contra-parte de la historia que hice una vez cuando estaba enferma, hace tiempo la tenía pendiente pero apenas hoy la terminé. Espero que les guste.
Si no han leído la anterior, acá la dejo: Lo que trajo la lluvia o la enfermedad
Estaba haciendo mucho frío. ¿Ella estaría bien?
Si no han leído la anterior, acá la dejo: Lo que trajo la lluvia o la enfermedad
Estaba haciendo mucho frío. ¿Ella estaría bien?
Sacudí la cabeza. Tenía que concentrarme en los documentos que estaba estudiando, por décima vez esa noche, ya que de lo contrario mi mente vagaría a buscarla. Y eso, eso era algo que no podía permitirme.
Ella. Eso era un desastre. Dejé los papeles sobre la mesa y fui a buscar un vaso de whiskey a la cocina, el trago bajó por mi garganta como un pequeño distractor para mis pensamientos. La lluvia afuera caía torrencialmente y agradecí ese hecho, quizá eso me retendría un poco más antes de salir a la calle a dar vueltas por su zona, buscando y buscando una luz en su ventana.
Alguien golpeó la puerta y me sobresaltó. Entonces caí en cuenta del rumbo que habían tenido mis pensamientos, había estado pensando en su calle, en los edificios, en las tiendas, en las ventanas. Pensando en su ventana, esa que veía siempre desde la calle, siempre con la luz encendida, esa a la que nunca me atreví a acercarme.
Fui a abrir la puerta, agradecido de la distracción que suponía. Si seguía pensando en ella iba a acabar convertido en un desquiciado... Y me encontré con el infierno. Si, debía ser eso. Debía haber muerto en algun momento mientras estaba en la cocina porque eso, eso precisamente, no podía ser real. Eso tenía que ser mi propia versión del infierno.
Ella estaba ahí, frente a mi, completamente empapada y tiritando. Se veía tan delicada, tan desvalida, y a la vez tan fuerte y tan capaz. Se me olvidaron las palabras, todo el repertorio de frases ingeniosas que tenia memorizadas para situaciones con ella desapareció de mi mente. Me encontré como un adolescente miedoso y cobarde.
- ¿Estas bien? -realmente quería zarandearla y preguntarle qué condenada idea la había hecho salir bajo esa lluvia pero ella estaba aún frente a mi y yo no podía ignorar que su ropa estaba húmeda.
La hice entrar a mi departamento, era la primera vez que ella estaba ahi, era la primera que estábamos solos. Era la primera vez que yo había olvidado las mil precauciones que tomaba con ella. Le di una toalla y le pedí que se quitara su ropa mojada, no tenia qué ponerse, así que le di una de mis camisas favoritas, mientras metía su ropa a lavar y secar. Se veía tan bien con ella. La senté en el sofá y preparé un poco de chocolate caliente para ella, luego me senté en la mesa de café. Quedamos frente a frente. Pocas veces me permitía a mi mismo observar sus ojos tan directamente, eso podía ser sumamente peligroso.
Ella estornudó y me preocupé. Quise tomarla en mis brazos y meterla a la cama, arroparla, cuidar de ella.
- ¿Necesitas algo más? -si, eso fue todo lo que se me ocurrió decir.
- Gracias -dijo ella de una forma extraña.
- No me agradezcas -le dije. Y luego, con un poco de crueldad para mi mismo-, todo tiene un precio.
Su mirada me estremeció. Toda su atención estaba concentrada en mi, sus ojos la delataban. Y todo mi cuerpo reaccionó en respuesta. Estaba sentada en el sofá, justo frente a mi, y yo no podía apartar mi mirada de su rostro, de sus ojos. Es la única persona que alguna vez ha sido capaz de sostenerme la mirada.
- ¿Puedo... puedo... -mi cuerpo se tensó. Ella podía, con una sola frase, hacerme perder el equilibrio- puedo saber qué precio tendrá todo esto?
¿En serio? Ella iba y me hacía la única pregunta que yo no estaba preparado a responder. Como si yo pudiera decirle que esa frase iba conmigo, que me refería a que me mataría luego el no tenerla. Eso era tan típico tan usual, era parte de nuestra dinámica. No contesté, simplemente la miré a los ojos y ella me devolvió el gesto. Y yo sabía que estaba siendo un gran esfuerzo por su parte, que realmente se sentía mal y que necesitaba un baño, pero no podía quitar mi mirada de la suya.
Me sentí como un imbécil al que salvaba la campana cuando noté que sus ojos estaban llenos de lágrimas y que luchaba con el impulso de sorberse la nariz. Aproveché la oportunidad para decirle que creía que necesitaba ir al baño, todo lo que quería era una tregua a su escrutadora mirada. Pude también hacer una broma, algo pequeño, para quitarle hierro al momento, le dije que parecía a punto de desbordarse. Como si eso me hubiera importado. Me daba igual si ella tenía la misma peste, para mi no había nada suficientemente dañino para alejarme. Ella se levantó y se encaminó al pasillo del baño.
- No esta allí -le dije cuando intentó abrir una puerta. Me divertía un poco su desconcierto y su torpeza-. Al final del pasillo, la puerta negra. Hay toallas secas y pañuelos por si quieres.
Me agradeció y entró. Se olvidó de cerrar la puerta, mi mente registró ese hecho con tanta fuerza y claridad que me tomó un par de segundos ser consciente del rumbo de mis pasos. Me había levantado y me había acercado a la puerta. La ducha estaba encendida, y algo en el fondo de mi mente también, pero ella no se duchaba. Yo lo sabía. Era su intento de cortina mientras se sacudía la nariz. Quise decirle que no me importaba, que era normal, que era algo natural, que lo encontraba atractivo incluso, viniendo de ella.
Entré al baño sin avisar, ella aun estaba en el lavabo, y puse mi mano en su espalda. Se sobresaltó y ese jadeo que aparece en su respiración cuando está agitada, hizo acto de presencia.
- Calma -susurré. Era más para mi que para ella. Una voz en mi cabeza empezaba a rugir.
- Perdona -ella se disculpó. Siempre lo hacía.
- No te disculpes -una pequeña sonrisa se formó en mi rostro, era tan divertido verla siempre excusándose por todo, fuera o no su responsabilidad-. Fui yo quien te asustó. ¿Quieres ducharte?
Por mi mente pasaron mil y una imágenes en el momento en que entendí el doble sentido de mis palabras. Ella estaba muda, lívida, y nada pudo haber sido una mejor patada en el estomago que eso.
- Oh, vaya -necesitaba que ella creyera que había sido algo inocente, un simple error de palabras por distracción, no importaba si para mi era simplemente la manifestación de un deseo-. No me refería a conmigo... -empezaba a ponerme nervioso, como un colegial, ante la idea de delatarme con ella-. Me refería a que tu te ducharas o mejor te dieras un baño. Quizá el agua fría te ayude....digo, agua caliente...
Me había convertido en un pelmazo. Me guardé mis palabras y decidí hacer algo más útil Le alcancé una toalla, mi toalla, puse el tapón de la bañera y le pasé mis botes de champú. No era necesario, en mi departamento siempre había productos de repuesto para huéspedes. Había algo, sin embargo, un poco morboso y un poco sensual en que ella usara mi camisa, mi toalla, mi bañera, mi champú. Que su cabello llevara mi aroma, aunque fuera gracias a ese hecho, era algo que no quería dejar pasar.
- Te dejaré sola.... -era urgente que me fuera- A menos que quieras compañía...
Era frustrante el no poder controlar mis palabras con ella. Era un títere. Estaba hecho nada más y nada menos que eso. Salí del baño y puse el pestillo a la puerta, así al menos no me sentiría tentado. Mientras ella se bañaba, me encargué de preparar la habitación de huéspedes, era la única que podía ofrecerle. Cambié las sábanas y abrí un momento la ventana. Luego fui a la cocina y preparé un poco de caldo. Sentía una enorme urgencia de ocupar mi tiempo con algo diferente a pensamientos respecto a ella, al motivo que la había llevado a mi casa, al milagro o la condena que me obligaba a atenderla y cuidarla sin poder tocarla más allá de eso. Infierno, eso era. Pero también era el cielo. Era el paraíso en la tierra. Era todo lo que podía desear y pedir de la vida. Era ella. El tiempo se hacía eterno. Miré el reloj en la pared de la cocina, apenas había pasado una media hora. Estaba al borde. Estaba a punto de romperme la cabeza contra la mesa para evitar ir a buscarla. Le dí un rato más. Sin saber por qué, hice una llamada telefónica y conseguí que me trajeran un enorme paquete de fresas rojas y jugosas y una botella de vino, llegaron incluso antes de que ella saliera del baño.
Al cabo de una hora, fui a tocar la puerta. Le pregunté si estaba bien, si se sentía mejor. Escuché algo de movimiento y la puerta se abrió justo cuando yo pensaba tocar de nuevo. Había pensado que estaba en un paraíso infernal, eso confirmó mis sospechas. Retrocedí un paso y tuve que aclararme la garganta. Como pude le dije que había hecho algo de caldo y que me acompañara a la cocina. Me da la impresión de haber dicho algo sobre alimentarla o algo así, o quizá sólo lo pensé. Ella se sentó en el taburete de la cocina y yo le serví. Se veía adorable comiendo. No pensé que ella tuviera ese apetito y me encontré sonriendo al verla. Lavé los platos mecánicamente, era algo usual para mi. Yo sabía moverme perfectamente dentro de mi cocina, sabía moverme perfectamente, excepto cuando estaba frente a ella. Cuando estaba frente a ella me sentía como un torpe, como un muchacho.
Nos sentamos de nuevo en la sala y, en un momento de estúpido masoquismo, me acerqué y la cubrí con una manta. Me senté a su lado y encendí la televisión. Quizá encontraría algo que valiese la pena y que pudiera distraerme. No podía, sin embargo, alejarme de ella. Esa era la peor idea que podía haber tenido, pero se sentía condenadamente bien estar a su lado. Aproveché mi oportunidad lo más posible, coloqué mi brazo detrás de su hombro, y la arropé un poco mejor porque estaba tiritando. Le pregunté si se encontraba cómoda y ella giró a mirarme, me obligué a mirar fijamente la pantalla mientras ella me aseguraba que estaba bien. No sé qué estaban presentando en la televisión, sé que ella empezó a cabecear casi veinte minutos después y dejó caer su cabeza sobre mi hombro. Si me golpeaba un rayo no habría podido ser igual de impactante. Todo mi cuerpo se envaró y supe que si no me movía, acabaría en desastre.
Como un cobarde, me excusé y le dije que tenía trabajo pendiente. Como si ella no supiera que era una mentira. Habíamos terminado todo el trabajo antes del fin de semana, era imposible que me creyera. Me sorprendió, a pesar de la mirada impactada que cruzó su rostro, seguida de una sombra de dolor, lo único que hizo fue pedirme que le permitiera quedarse en mi cuarto de huéspedes. Entonces fue que supe que ella no había pedido quedarse, que yo había arreglado el cuarto de huéspedes como un impulso esperanzado en algo que me haría más mal que bien. Me limité a asentir y sin mirarme más de lo estrictamente necesario, ella se dirigió a donde pensaba que estaba el cuarto de huéspedes. No pude contenerme.
- Es la última puerta de la derecha -le dije cuando ella había dado ya unos pasos, curiosamente iba en la dirección correcta.
Me quedé solo en la sala después que ella se fuera. Escuché atentamente y pude incluso reconocer el leve sonido de los muelles de la cama cuando se acostó. Se había puesto una camiseta mía como pijama y sus bragas, que ya habían sido lavadas y secadas. Era extraño sentirla tan cerca y a la vez tan lejos. Me sentía en una nueva clase de infierno. Yo, que tan a menudo cometía la locura de ir hasta su calle y observar su ventana desde lejos, ahora la tenía a unos cuantos metros de distancia; estaba tomando todo mi autocontrol no aparecer en la puerta.
Me serví otro trago y empecé a comerme las fresas que había dejado en la nevera poco antes. Sin saber realmente cómo, recordé el día en que la había conocido. Estaba manejando por la autopista cuando casi la arrollé con mi auto. Tonta chica, había cruzado la calle en el momento menos adecuado. Pocos días después, apareció en mi oficina con un trato. Dijo que yo nunca podría negarme, y que, con mi influencia y poder, haríamos un gran equipo. Nunca me permitió creerme más de lo que era o merecía. Nunca se le pasó por la cabeza destinarme uno de esos halagos vacíos.
Habíamos estado trabajando juntos por unos cuantos años. La había deseado desde ese primer día en que la vi, sin embargo, nos habíamos convertido en socios, y maltratar semejante acuerdo me daba una sensación de repulsa que no lograba manejar. Había incluso cometido el grave error de convertir nuestra relación en algo similar a una amistad. Había pensado que, ya que no podía tenerla, podría cuidarla y ser su amigo. Mentira. No soportaba saber que salía con otros hombres o que siquiera pensaba en ellos. Me hacía hervir la sangre cada que mencionaba el nombre de algún hombre, incluso si era simplemente uno de nuestros clientes. Ella era mi socia y compañera, era nuestro negocio, nuestro emporio, hecho a base de sus ideas y mi influencia. Hecho a base de nosotros dos. Era inconcebible que lo arruinase con una relación que quizá no funcionara. Porque no funcionaría. Ella y yo eramos incompatibles. Ella era tan desordenada, tan inconsciente de la autoridad, tan irrespetuosa por las clases sociales, tan rebelde. Yo era un modelo moldeado y diseñado especialmente para atender mi empresa y mi titulo, no podía encajar con ella. Ella era todo lo que yo no era y viceversa, eso no funcionaría.
La botella estaba vacía y la de vino estaba ya casi vacía. Una botella nueva que había abierto apenas ese mismo día y una que había comprado pocas horas antes. Las fresas se me habían terminado también. No me quedaba nada con que entretenerme. Iría a la cama y me olvidaría de mi huésped, si, eso haría. Miré el reloj, era más de media noche. Dejé las cosas en la cocina tal y como estaban, ya me ocuparía de eso por la mañana. Fui directo a mi habitación, intentando no pensar mucho en la mujer que dormía en el cuarto de huéspedes. No pude llegar a mi puerta. Me detuve en medio del pasillo debatiéndome si llamar o no para confirmar cómo estaba ella. Antes de poder reaccionar incluso, ya estaba abriendo la puerta con todo el cuidado del que era capaz. Pensé que estaría dormida, me equivoqué. Cuando me preguntó si pasaba algo no fui capaz de articular algo más allá de un simple "no" por debajo de mi aliento, simplemente di un paso adentro. Ella intentó incorporarse en la cama pero le pedí que no se esforzara, me preocupaba mucho que hiciera cualquier esfuerzo. Me dejé caer de rodillas junto a la cama, observándola. Se veía extrañamente adorable con mi camiseta puesta y su cabello despeinado. Entonces entendí la razón por la que estaba allí. Ese era el momento. Ese era el lugar y el tiempo en el que debía simplemente condenarme a mi mismo. Lo iba a decir.
- ¿Quieres saber qué pensé cuando te vi en mi puerta hoy? -no había pensado empezar por ahí pero para lo que pensaba decirle, ese era tan buen inicio como cualquier otro.
Dijo si y agregó un por favor. Tan típico de ella. Me tomó un momento ordenar mis palabras antes de empezar. Estaba a punto de lanzar por la borda todo lo que había hecho en los últimos años para ocultar lo que sentía.
- Pensé ... pensé que tenía que estar en el infierno.
Pude ver que mi elección de palabras la había herido y que sus ojos empezaban a brillar con las lágrimas que querían salir. Sin embargo antes de que pudiera decir nada, continué mi absurda confesión. Le expliqué como, para mí, el infierno era eso mismo. Verla a ella llegar en un estado en el que simplemente quería cuidarla y darle todo lo que podía, y eso me era imposible. No podía tocarle, por mucho que deseara su compañía. No había nada peor que eso.
- ¿Entonces no te desagrada mi presencia? -me preguntó. No pude entender cómo sus procesos mentales habían llegado a semejante conclusión pero no había nada más alejado de la realidad.
De pronto me encontré diciéndole lo mucho que había deseado besarla cuando la vi en mi puerta, calada hasta los huesos. Le dije como había deseado abrazarla y calentarla en el sofá y que había tenido que echar el pestillo a la puerta del baño para refrenarme a mi mismo. Ella dijo mi nombre, intentando interrumpirme, pero yo debía decirlo. Le expliqué que me había requerido todo el autocontrol que poseía no haberla besado en el sofá y que, cuando su cabeza cayó sobre mi hombro, eso había sido demasiado. Había tenido que hacer algo y, claro, había usado la excusa más tonta posible. Pero eso fue después, en ese momento sólo había podido verla a ella pidiéndome que le dejase quedarse en el cuarto de huéspedes ¡Como si hubiera podido negarme! Estaba casi loco. Y luego le confesé mi episodio con las fresas y la botella, antes de quedarme en silencio. Estaba sorprendido y aterrado por todo lo que había dicho.Acababa de confesar más de lo que nunca había pensado. Estuvimos unos cuantos minutos en silencio.
- ¿Cuanto? -preguntó ella de pronto.
- ¿Disculpa? -no estaba seguro de haber entendido su pregunta.
- Jack -dijo, como si hablara con un niño-, ¿hace cuanto ... hace cuanto crees que esto es el infierno? -concluyó usando mis propias palabras, supuse que porque no encontraba otras. Eso me agradó en cierto modo y sonreí.
- Desde el día en que casi te arrollo con mi auto -respondí, temiendo su reacción.
Ella, de pronto ella sonrió. Y el mundo se llenó de esperanza y la noche de calor. Dijo mi nombre.
- Jack, no sabes la de veces que he deseado que no me hubieras casi arrollado con tu auto -Y el mundo se rompió de nuevo-. Porque entonces no habría estado todos estos años pensando que debía estar en el infierno por desear algo que no podía tener.
Me tomó un momento entender exactamente de lo que hablaba. Básicamente porque mi mente se negaba a aceptar que ella pudiera sentir eso que yo sentía, o al menos una mínima parte. Todo volvió a estallar en esperanza y calor. Luces de bengala brillaban alrededor de su cabello, como si todo fuera un carnaval. Una parte de mi mente aún estaba algo reacia, pero todo mi cuerpo decía que era cierto, que era así. Me costaba demasiado contenerme. Me incliné hacia ella y levanté su rostro hacia mi. Estaba dispuesto a besarla cuando .... se apartó.
- Jack, estoy enferma... -esa era la peor excusa del mundo. Sujeté sus manos a sus costados, me negaba a permitirle retroceder nuevamente, y me incliné más haciendo que se recostara en la cama.
- ¿Tu crees -empecé mientras bajaba y acariciaba con mi nariz su clavícula y su garganta- que después de tanto tiempo... a mi.... me detendrá... un simple resfriado? -terminé mordiendo su barbilla y ella se retorció bajo mi cuerpo.
Y la besé. La besé con toda la ternura de la que era capaz, con calma, saboreando y disfrutando cada momento. Ella estaba inmovilizada por mis manos y el poder hacer sin que se negara era embriagante.
- Jack -dijo cuando abandoné sus labios para besar su cuello.
- Mmm -fue lo único que logré articular.
- ¿No quieres tocarme?
Su pregunta me dejó de piedra. ¿Acaso ella pensaba que no deseaba tocarla, que no soñaba cada noche con tenerla entre mis brazos y recorrer cada centímetro de su cuerpo? La miré a los ojos y ella se sintió movida a seguir hablando, a explicarse.
- Digo, porque yo sí quiero tocarte y es demasiado difícil si no sueltas mis manos...
Mis ojos dejaron los suyos y vagaron hasta nuestras manos, a sus manos que yo sostenía firmemente. Sonreí.
- Lo siento -decidí asegurar mi victoria y la posibilidad de su rendición inmediatamente-. Solo te soltaré si me prometes no usarlas para apartarte de mi. Y no me importa que estés enferma -le aclaré, con toda la convicción que pude imprimir a mis palabras.
- ¿A quién rayos le importa si estoy enferma? -respondió con una ansiedad que yo no había considerado, aunque me alegró que al fin entendiera el punto principal: a mi tampoco me importaba su enfermedad- Yo lo que quiero es poder sentirte, a ti -me miraba fijamente mientras lo decía y eso me estaba haciendo perder el poco control que me quedaba.
Con toda la lentitud de la que fui capaz, me incorporé y solté el agarre de sus manos. Dejé vagar mis dedos a lo largo de sus brazos hasta sus hombros y cuello, sabía que le estaba dando cuerda y que pronto yo mismo acabaría sin poder controlarme, así que aproveché los pocos instantes de cordura que tenía y la besé. Esta vez no fui suave, no fui tierno, esta vez la besé con todos los años de deseo reprimido que tenía, con todo el amor y el calor que llevaba guardados en el alma, la besé con todo lo que era. Ella empezó a recorrer mi cuerpo con sus manos, el calor en mi pecho aumentó y mi corazón empezó a latir aún más. La deseaba demasiado. Con una velocidad que me dejó algo aturdido, ella se las arregló para moverse e invertir nuestras posiciones, quedando a horcajadas sobre mi abdomen. Por primera vez, no sentí celos de nadie, de nada. Ella estaba conmigo, era a mi a quien besaba, era mía la camisa que desgarraba... ¿La camisa que desgarraba? Mi mente volvió al momento justo cuando ella terminaba de romper los botones de mi camisa para abrirla y sencillamente me dejé llevar.
No puedo decirles más, ella me retiene a su lado, lugar que no pienso abandonar.
Ella estaba ahí, frente a mi, completamente empapada y tiritando. Se veía tan delicada, tan desvalida, y a la vez tan fuerte y tan capaz. Se me olvidaron las palabras, todo el repertorio de frases ingeniosas que tenia memorizadas para situaciones con ella desapareció de mi mente. Me encontré como un adolescente miedoso y cobarde.
- ¿Estas bien? -realmente quería zarandearla y preguntarle qué condenada idea la había hecho salir bajo esa lluvia pero ella estaba aún frente a mi y yo no podía ignorar que su ropa estaba húmeda.
La hice entrar a mi departamento, era la primera vez que ella estaba ahi, era la primera que estábamos solos. Era la primera vez que yo había olvidado las mil precauciones que tomaba con ella. Le di una toalla y le pedí que se quitara su ropa mojada, no tenia qué ponerse, así que le di una de mis camisas favoritas, mientras metía su ropa a lavar y secar. Se veía tan bien con ella. La senté en el sofá y preparé un poco de chocolate caliente para ella, luego me senté en la mesa de café. Quedamos frente a frente. Pocas veces me permitía a mi mismo observar sus ojos tan directamente, eso podía ser sumamente peligroso.
Ella estornudó y me preocupé. Quise tomarla en mis brazos y meterla a la cama, arroparla, cuidar de ella.
- ¿Necesitas algo más? -si, eso fue todo lo que se me ocurrió decir.
- Gracias -dijo ella de una forma extraña.
- No me agradezcas -le dije. Y luego, con un poco de crueldad para mi mismo-, todo tiene un precio.
Su mirada me estremeció. Toda su atención estaba concentrada en mi, sus ojos la delataban. Y todo mi cuerpo reaccionó en respuesta. Estaba sentada en el sofá, justo frente a mi, y yo no podía apartar mi mirada de su rostro, de sus ojos. Es la única persona que alguna vez ha sido capaz de sostenerme la mirada.
- ¿Puedo... puedo... -mi cuerpo se tensó. Ella podía, con una sola frase, hacerme perder el equilibrio- puedo saber qué precio tendrá todo esto?
¿En serio? Ella iba y me hacía la única pregunta que yo no estaba preparado a responder. Como si yo pudiera decirle que esa frase iba conmigo, que me refería a que me mataría luego el no tenerla. Eso era tan típico tan usual, era parte de nuestra dinámica. No contesté, simplemente la miré a los ojos y ella me devolvió el gesto. Y yo sabía que estaba siendo un gran esfuerzo por su parte, que realmente se sentía mal y que necesitaba un baño, pero no podía quitar mi mirada de la suya.
Me sentí como un imbécil al que salvaba la campana cuando noté que sus ojos estaban llenos de lágrimas y que luchaba con el impulso de sorberse la nariz. Aproveché la oportunidad para decirle que creía que necesitaba ir al baño, todo lo que quería era una tregua a su escrutadora mirada. Pude también hacer una broma, algo pequeño, para quitarle hierro al momento, le dije que parecía a punto de desbordarse. Como si eso me hubiera importado. Me daba igual si ella tenía la misma peste, para mi no había nada suficientemente dañino para alejarme. Ella se levantó y se encaminó al pasillo del baño.
- No esta allí -le dije cuando intentó abrir una puerta. Me divertía un poco su desconcierto y su torpeza-. Al final del pasillo, la puerta negra. Hay toallas secas y pañuelos por si quieres.
Me agradeció y entró. Se olvidó de cerrar la puerta, mi mente registró ese hecho con tanta fuerza y claridad que me tomó un par de segundos ser consciente del rumbo de mis pasos. Me había levantado y me había acercado a la puerta. La ducha estaba encendida, y algo en el fondo de mi mente también, pero ella no se duchaba. Yo lo sabía. Era su intento de cortina mientras se sacudía la nariz. Quise decirle que no me importaba, que era normal, que era algo natural, que lo encontraba atractivo incluso, viniendo de ella.
Entré al baño sin avisar, ella aun estaba en el lavabo, y puse mi mano en su espalda. Se sobresaltó y ese jadeo que aparece en su respiración cuando está agitada, hizo acto de presencia.
- Calma -susurré. Era más para mi que para ella. Una voz en mi cabeza empezaba a rugir.
- Perdona -ella se disculpó. Siempre lo hacía.
- No te disculpes -una pequeña sonrisa se formó en mi rostro, era tan divertido verla siempre excusándose por todo, fuera o no su responsabilidad-. Fui yo quien te asustó. ¿Quieres ducharte?
Por mi mente pasaron mil y una imágenes en el momento en que entendí el doble sentido de mis palabras. Ella estaba muda, lívida, y nada pudo haber sido una mejor patada en el estomago que eso.
- Oh, vaya -necesitaba que ella creyera que había sido algo inocente, un simple error de palabras por distracción, no importaba si para mi era simplemente la manifestación de un deseo-. No me refería a conmigo... -empezaba a ponerme nervioso, como un colegial, ante la idea de delatarme con ella-. Me refería a que tu te ducharas o mejor te dieras un baño. Quizá el agua fría te ayude....digo, agua caliente...
Me había convertido en un pelmazo. Me guardé mis palabras y decidí hacer algo más útil Le alcancé una toalla, mi toalla, puse el tapón de la bañera y le pasé mis botes de champú. No era necesario, en mi departamento siempre había productos de repuesto para huéspedes. Había algo, sin embargo, un poco morboso y un poco sensual en que ella usara mi camisa, mi toalla, mi bañera, mi champú. Que su cabello llevara mi aroma, aunque fuera gracias a ese hecho, era algo que no quería dejar pasar.
- Te dejaré sola.... -era urgente que me fuera- A menos que quieras compañía...
Era frustrante el no poder controlar mis palabras con ella. Era un títere. Estaba hecho nada más y nada menos que eso. Salí del baño y puse el pestillo a la puerta, así al menos no me sentiría tentado. Mientras ella se bañaba, me encargué de preparar la habitación de huéspedes, era la única que podía ofrecerle. Cambié las sábanas y abrí un momento la ventana. Luego fui a la cocina y preparé un poco de caldo. Sentía una enorme urgencia de ocupar mi tiempo con algo diferente a pensamientos respecto a ella, al motivo que la había llevado a mi casa, al milagro o la condena que me obligaba a atenderla y cuidarla sin poder tocarla más allá de eso. Infierno, eso era. Pero también era el cielo. Era el paraíso en la tierra. Era todo lo que podía desear y pedir de la vida. Era ella. El tiempo se hacía eterno. Miré el reloj en la pared de la cocina, apenas había pasado una media hora. Estaba al borde. Estaba a punto de romperme la cabeza contra la mesa para evitar ir a buscarla. Le dí un rato más. Sin saber por qué, hice una llamada telefónica y conseguí que me trajeran un enorme paquete de fresas rojas y jugosas y una botella de vino, llegaron incluso antes de que ella saliera del baño.
Al cabo de una hora, fui a tocar la puerta. Le pregunté si estaba bien, si se sentía mejor. Escuché algo de movimiento y la puerta se abrió justo cuando yo pensaba tocar de nuevo. Había pensado que estaba en un paraíso infernal, eso confirmó mis sospechas. Retrocedí un paso y tuve que aclararme la garganta. Como pude le dije que había hecho algo de caldo y que me acompañara a la cocina. Me da la impresión de haber dicho algo sobre alimentarla o algo así, o quizá sólo lo pensé. Ella se sentó en el taburete de la cocina y yo le serví. Se veía adorable comiendo. No pensé que ella tuviera ese apetito y me encontré sonriendo al verla. Lavé los platos mecánicamente, era algo usual para mi. Yo sabía moverme perfectamente dentro de mi cocina, sabía moverme perfectamente, excepto cuando estaba frente a ella. Cuando estaba frente a ella me sentía como un torpe, como un muchacho.
Nos sentamos de nuevo en la sala y, en un momento de estúpido masoquismo, me acerqué y la cubrí con una manta. Me senté a su lado y encendí la televisión. Quizá encontraría algo que valiese la pena y que pudiera distraerme. No podía, sin embargo, alejarme de ella. Esa era la peor idea que podía haber tenido, pero se sentía condenadamente bien estar a su lado. Aproveché mi oportunidad lo más posible, coloqué mi brazo detrás de su hombro, y la arropé un poco mejor porque estaba tiritando. Le pregunté si se encontraba cómoda y ella giró a mirarme, me obligué a mirar fijamente la pantalla mientras ella me aseguraba que estaba bien. No sé qué estaban presentando en la televisión, sé que ella empezó a cabecear casi veinte minutos después y dejó caer su cabeza sobre mi hombro. Si me golpeaba un rayo no habría podido ser igual de impactante. Todo mi cuerpo se envaró y supe que si no me movía, acabaría en desastre.
Como un cobarde, me excusé y le dije que tenía trabajo pendiente. Como si ella no supiera que era una mentira. Habíamos terminado todo el trabajo antes del fin de semana, era imposible que me creyera. Me sorprendió, a pesar de la mirada impactada que cruzó su rostro, seguida de una sombra de dolor, lo único que hizo fue pedirme que le permitiera quedarse en mi cuarto de huéspedes. Entonces fue que supe que ella no había pedido quedarse, que yo había arreglado el cuarto de huéspedes como un impulso esperanzado en algo que me haría más mal que bien. Me limité a asentir y sin mirarme más de lo estrictamente necesario, ella se dirigió a donde pensaba que estaba el cuarto de huéspedes. No pude contenerme.
- Es la última puerta de la derecha -le dije cuando ella había dado ya unos pasos, curiosamente iba en la dirección correcta.
Me quedé solo en la sala después que ella se fuera. Escuché atentamente y pude incluso reconocer el leve sonido de los muelles de la cama cuando se acostó. Se había puesto una camiseta mía como pijama y sus bragas, que ya habían sido lavadas y secadas. Era extraño sentirla tan cerca y a la vez tan lejos. Me sentía en una nueva clase de infierno. Yo, que tan a menudo cometía la locura de ir hasta su calle y observar su ventana desde lejos, ahora la tenía a unos cuantos metros de distancia; estaba tomando todo mi autocontrol no aparecer en la puerta.
Me serví otro trago y empecé a comerme las fresas que había dejado en la nevera poco antes. Sin saber realmente cómo, recordé el día en que la había conocido. Estaba manejando por la autopista cuando casi la arrollé con mi auto. Tonta chica, había cruzado la calle en el momento menos adecuado. Pocos días después, apareció en mi oficina con un trato. Dijo que yo nunca podría negarme, y que, con mi influencia y poder, haríamos un gran equipo. Nunca me permitió creerme más de lo que era o merecía. Nunca se le pasó por la cabeza destinarme uno de esos halagos vacíos.
Habíamos estado trabajando juntos por unos cuantos años. La había deseado desde ese primer día en que la vi, sin embargo, nos habíamos convertido en socios, y maltratar semejante acuerdo me daba una sensación de repulsa que no lograba manejar. Había incluso cometido el grave error de convertir nuestra relación en algo similar a una amistad. Había pensado que, ya que no podía tenerla, podría cuidarla y ser su amigo. Mentira. No soportaba saber que salía con otros hombres o que siquiera pensaba en ellos. Me hacía hervir la sangre cada que mencionaba el nombre de algún hombre, incluso si era simplemente uno de nuestros clientes. Ella era mi socia y compañera, era nuestro negocio, nuestro emporio, hecho a base de sus ideas y mi influencia. Hecho a base de nosotros dos. Era inconcebible que lo arruinase con una relación que quizá no funcionara. Porque no funcionaría. Ella y yo eramos incompatibles. Ella era tan desordenada, tan inconsciente de la autoridad, tan irrespetuosa por las clases sociales, tan rebelde. Yo era un modelo moldeado y diseñado especialmente para atender mi empresa y mi titulo, no podía encajar con ella. Ella era todo lo que yo no era y viceversa, eso no funcionaría.
La botella estaba vacía y la de vino estaba ya casi vacía. Una botella nueva que había abierto apenas ese mismo día y una que había comprado pocas horas antes. Las fresas se me habían terminado también. No me quedaba nada con que entretenerme. Iría a la cama y me olvidaría de mi huésped, si, eso haría. Miré el reloj, era más de media noche. Dejé las cosas en la cocina tal y como estaban, ya me ocuparía de eso por la mañana. Fui directo a mi habitación, intentando no pensar mucho en la mujer que dormía en el cuarto de huéspedes. No pude llegar a mi puerta. Me detuve en medio del pasillo debatiéndome si llamar o no para confirmar cómo estaba ella. Antes de poder reaccionar incluso, ya estaba abriendo la puerta con todo el cuidado del que era capaz. Pensé que estaría dormida, me equivoqué. Cuando me preguntó si pasaba algo no fui capaz de articular algo más allá de un simple "no" por debajo de mi aliento, simplemente di un paso adentro. Ella intentó incorporarse en la cama pero le pedí que no se esforzara, me preocupaba mucho que hiciera cualquier esfuerzo. Me dejé caer de rodillas junto a la cama, observándola. Se veía extrañamente adorable con mi camiseta puesta y su cabello despeinado. Entonces entendí la razón por la que estaba allí. Ese era el momento. Ese era el lugar y el tiempo en el que debía simplemente condenarme a mi mismo. Lo iba a decir.
- ¿Quieres saber qué pensé cuando te vi en mi puerta hoy? -no había pensado empezar por ahí pero para lo que pensaba decirle, ese era tan buen inicio como cualquier otro.
Dijo si y agregó un por favor. Tan típico de ella. Me tomó un momento ordenar mis palabras antes de empezar. Estaba a punto de lanzar por la borda todo lo que había hecho en los últimos años para ocultar lo que sentía.
- Pensé ... pensé que tenía que estar en el infierno.
Pude ver que mi elección de palabras la había herido y que sus ojos empezaban a brillar con las lágrimas que querían salir. Sin embargo antes de que pudiera decir nada, continué mi absurda confesión. Le expliqué como, para mí, el infierno era eso mismo. Verla a ella llegar en un estado en el que simplemente quería cuidarla y darle todo lo que podía, y eso me era imposible. No podía tocarle, por mucho que deseara su compañía. No había nada peor que eso.
- ¿Entonces no te desagrada mi presencia? -me preguntó. No pude entender cómo sus procesos mentales habían llegado a semejante conclusión pero no había nada más alejado de la realidad.
De pronto me encontré diciéndole lo mucho que había deseado besarla cuando la vi en mi puerta, calada hasta los huesos. Le dije como había deseado abrazarla y calentarla en el sofá y que había tenido que echar el pestillo a la puerta del baño para refrenarme a mi mismo. Ella dijo mi nombre, intentando interrumpirme, pero yo debía decirlo. Le expliqué que me había requerido todo el autocontrol que poseía no haberla besado en el sofá y que, cuando su cabeza cayó sobre mi hombro, eso había sido demasiado. Había tenido que hacer algo y, claro, había usado la excusa más tonta posible. Pero eso fue después, en ese momento sólo había podido verla a ella pidiéndome que le dejase quedarse en el cuarto de huéspedes ¡Como si hubiera podido negarme! Estaba casi loco. Y luego le confesé mi episodio con las fresas y la botella, antes de quedarme en silencio. Estaba sorprendido y aterrado por todo lo que había dicho.Acababa de confesar más de lo que nunca había pensado. Estuvimos unos cuantos minutos en silencio.
- ¿Cuanto? -preguntó ella de pronto.
- ¿Disculpa? -no estaba seguro de haber entendido su pregunta.
- Jack -dijo, como si hablara con un niño-, ¿hace cuanto ... hace cuanto crees que esto es el infierno? -concluyó usando mis propias palabras, supuse que porque no encontraba otras. Eso me agradó en cierto modo y sonreí.
- Desde el día en que casi te arrollo con mi auto -respondí, temiendo su reacción.
Ella, de pronto ella sonrió. Y el mundo se llenó de esperanza y la noche de calor. Dijo mi nombre.
- Jack, no sabes la de veces que he deseado que no me hubieras casi arrollado con tu auto -Y el mundo se rompió de nuevo-. Porque entonces no habría estado todos estos años pensando que debía estar en el infierno por desear algo que no podía tener.
Me tomó un momento entender exactamente de lo que hablaba. Básicamente porque mi mente se negaba a aceptar que ella pudiera sentir eso que yo sentía, o al menos una mínima parte. Todo volvió a estallar en esperanza y calor. Luces de bengala brillaban alrededor de su cabello, como si todo fuera un carnaval. Una parte de mi mente aún estaba algo reacia, pero todo mi cuerpo decía que era cierto, que era así. Me costaba demasiado contenerme. Me incliné hacia ella y levanté su rostro hacia mi. Estaba dispuesto a besarla cuando .... se apartó.
- Jack, estoy enferma... -esa era la peor excusa del mundo. Sujeté sus manos a sus costados, me negaba a permitirle retroceder nuevamente, y me incliné más haciendo que se recostara en la cama.
- ¿Tu crees -empecé mientras bajaba y acariciaba con mi nariz su clavícula y su garganta- que después de tanto tiempo... a mi.... me detendrá... un simple resfriado? -terminé mordiendo su barbilla y ella se retorció bajo mi cuerpo.
Y la besé. La besé con toda la ternura de la que era capaz, con calma, saboreando y disfrutando cada momento. Ella estaba inmovilizada por mis manos y el poder hacer sin que se negara era embriagante.
- Jack -dijo cuando abandoné sus labios para besar su cuello.
- Mmm -fue lo único que logré articular.
- ¿No quieres tocarme?
Su pregunta me dejó de piedra. ¿Acaso ella pensaba que no deseaba tocarla, que no soñaba cada noche con tenerla entre mis brazos y recorrer cada centímetro de su cuerpo? La miré a los ojos y ella se sintió movida a seguir hablando, a explicarse.
- Digo, porque yo sí quiero tocarte y es demasiado difícil si no sueltas mis manos...
Mis ojos dejaron los suyos y vagaron hasta nuestras manos, a sus manos que yo sostenía firmemente. Sonreí.
- Lo siento -decidí asegurar mi victoria y la posibilidad de su rendición inmediatamente-. Solo te soltaré si me prometes no usarlas para apartarte de mi. Y no me importa que estés enferma -le aclaré, con toda la convicción que pude imprimir a mis palabras.
- ¿A quién rayos le importa si estoy enferma? -respondió con una ansiedad que yo no había considerado, aunque me alegró que al fin entendiera el punto principal: a mi tampoco me importaba su enfermedad- Yo lo que quiero es poder sentirte, a ti -me miraba fijamente mientras lo decía y eso me estaba haciendo perder el poco control que me quedaba.
Con toda la lentitud de la que fui capaz, me incorporé y solté el agarre de sus manos. Dejé vagar mis dedos a lo largo de sus brazos hasta sus hombros y cuello, sabía que le estaba dando cuerda y que pronto yo mismo acabaría sin poder controlarme, así que aproveché los pocos instantes de cordura que tenía y la besé. Esta vez no fui suave, no fui tierno, esta vez la besé con todos los años de deseo reprimido que tenía, con todo el amor y el calor que llevaba guardados en el alma, la besé con todo lo que era. Ella empezó a recorrer mi cuerpo con sus manos, el calor en mi pecho aumentó y mi corazón empezó a latir aún más. La deseaba demasiado. Con una velocidad que me dejó algo aturdido, ella se las arregló para moverse e invertir nuestras posiciones, quedando a horcajadas sobre mi abdomen. Por primera vez, no sentí celos de nadie, de nada. Ella estaba conmigo, era a mi a quien besaba, era mía la camisa que desgarraba... ¿La camisa que desgarraba? Mi mente volvió al momento justo cuando ella terminaba de romper los botones de mi camisa para abrirla y sencillamente me dejé llevar.
No puedo decirles más, ella me retiene a su lado, lugar que no pienso abandonar.
26 jun 2013
Un libro cuya portada no te lo dice todo.
Aunque no quiera, tengo que admitir que soy netamente egoísta en lo que a ti se refiere. Y no me gusta admitirlo, es como si me quitaran parte de esa nobleza o ese sentido de grandeza que poseo ante tus ojos, pero es cierto. Realmente no soy tan buena como tienes a bien considerar, si te soy extremadamente franca, soy incluso peor de lo que tu podrías llegar a pensar. Está bien, nunca me he dado a la tarea de demostrarlo, nunca he deseado que veas más allá de la página frontal porque me aterra lo que podrías encontrar dentro de mi si te permitiera pasar las páginas a tu gusto.
Soy un libro oscuro, uno de esos libros que estaban vetados en los tiempos de nuestros abuelos, uno de esos libros que no te permiten leer hasta que eres mayor de dieciocho. Nadie nunca ha sabido tanto de mi como para ver las advertencias de contenido en mi interior, a nadie le interesa pensar bien de un libro cuyo contenido está tan mezclado y enrevesado. Y un día alguien llegó, miró la primera página del libro y decidió que era el mejor libro posible. Tu ni siquiera abriste el libro, aunque para ti consideré seriamente bajar los muros y abrir las cerraduras. Te quedaste sólo en la portada, sólo con la sinopsis que venía en la primera parte y con las opiniones de aquellos que conocían la portada y sus diferentes ediciones. Nadie nunca había leído el contenido en su totalidad, nadie nunca había pasado de la introducción o de los primeros capítulos. Tu casi lo lograste.
Por mucho tiempo temí asustarte con el contenido de mis páginas, con lo que se escondía detrás de la imagen pública y apta para todo tipo de audiencia. Demostraste muchas veces un interés apenas claro en ver el resto, como si no importara, como si todo fuera parte de la misma obra. Poco a poco empecé a relatarte los capítulos que formaban el libro, te conté la trama de las historias más absurdas y rocambolescas, temiendo a cada momento un estallido de repugnancia o una confesión de desagrado por tu parte. Llegué casi a pensar que lo apreciarías todo por lo que era, la recopilación de una historia, la vida misma tomando lugar; pero no eres tan diferente de los demás.
Puede que te hubiera tomado un poco más, pero al final reaccionaste tal y como se esperaba. Justo cuando la trama se convertía en algo oscuro y retorcido, retrocediste incómodo e indignado, dijiste que no era eso para lo que estaba hecha, que te negabas a aceptarlo. Omití ese capítulo de mi lectura, en favor de lo que consideraba una valiosa relación, y continué contándote la historia. Nuevamente, había capítulos que no te agradaban, que considerabas indignos de la historia o que simplemente te negabas a aceptar. Poco a poco tus ideas sobre lo que debía ser de la historia se hicieron más fuertes que lo que realmente era la historia, más fuertes que la verdadera realidad sobre la trama. Inventaste algo que para ti era real, algo puro, noble, bueno. Algo que contenía maldad, crueldad y dolor pero que ni de lejos se acercaba a la realidad. Creaste algo que podías amar sin problemas. Hiciste algo que no te creara problemas, algo que para ti estuviera bien. Seguías teniendo quebraderos de cabeza con la trama original pero los dejabas correr rápidamente imponiendo tu idea.
¿Algún día se te ocurrió que tu idea de la trama podía no ser la misma que yo poseía? ¿Has pensado que ese pedestal tuyo puede quizá ser demasiado grande o pequeño para todo lo que soy?
Quizá no soy tan buena, quizá no soy tan mala. Quizá soy incluso más buena y más mala de lo que vos pensás. ¿Lo has considerado?
Es posible que yo sea un libro no muy complicado, no muy difícil, es posible que sea más que sólo una portada. Es posible que sea un libro cuya primera página no te diga realmente mucho, ni de lejos, como podría decirlo el resto. Aún sin última página, aún sin capítulo clímax, aún sin muchas cosas, pero con más de lo que dice en la primera página.
Deberías considerarlo.
Soy un libro oscuro, uno de esos libros que estaban vetados en los tiempos de nuestros abuelos, uno de esos libros que no te permiten leer hasta que eres mayor de dieciocho. Nadie nunca ha sabido tanto de mi como para ver las advertencias de contenido en mi interior, a nadie le interesa pensar bien de un libro cuyo contenido está tan mezclado y enrevesado. Y un día alguien llegó, miró la primera página del libro y decidió que era el mejor libro posible. Tu ni siquiera abriste el libro, aunque para ti consideré seriamente bajar los muros y abrir las cerraduras. Te quedaste sólo en la portada, sólo con la sinopsis que venía en la primera parte y con las opiniones de aquellos que conocían la portada y sus diferentes ediciones. Nadie nunca había leído el contenido en su totalidad, nadie nunca había pasado de la introducción o de los primeros capítulos. Tu casi lo lograste.
Por mucho tiempo temí asustarte con el contenido de mis páginas, con lo que se escondía detrás de la imagen pública y apta para todo tipo de audiencia. Demostraste muchas veces un interés apenas claro en ver el resto, como si no importara, como si todo fuera parte de la misma obra. Poco a poco empecé a relatarte los capítulos que formaban el libro, te conté la trama de las historias más absurdas y rocambolescas, temiendo a cada momento un estallido de repugnancia o una confesión de desagrado por tu parte. Llegué casi a pensar que lo apreciarías todo por lo que era, la recopilación de una historia, la vida misma tomando lugar; pero no eres tan diferente de los demás.
Puede que te hubiera tomado un poco más, pero al final reaccionaste tal y como se esperaba. Justo cuando la trama se convertía en algo oscuro y retorcido, retrocediste incómodo e indignado, dijiste que no era eso para lo que estaba hecha, que te negabas a aceptarlo. Omití ese capítulo de mi lectura, en favor de lo que consideraba una valiosa relación, y continué contándote la historia. Nuevamente, había capítulos que no te agradaban, que considerabas indignos de la historia o que simplemente te negabas a aceptar. Poco a poco tus ideas sobre lo que debía ser de la historia se hicieron más fuertes que lo que realmente era la historia, más fuertes que la verdadera realidad sobre la trama. Inventaste algo que para ti era real, algo puro, noble, bueno. Algo que contenía maldad, crueldad y dolor pero que ni de lejos se acercaba a la realidad. Creaste algo que podías amar sin problemas. Hiciste algo que no te creara problemas, algo que para ti estuviera bien. Seguías teniendo quebraderos de cabeza con la trama original pero los dejabas correr rápidamente imponiendo tu idea.
¿Algún día se te ocurrió que tu idea de la trama podía no ser la misma que yo poseía? ¿Has pensado que ese pedestal tuyo puede quizá ser demasiado grande o pequeño para todo lo que soy?
Quizá no soy tan buena, quizá no soy tan mala. Quizá soy incluso más buena y más mala de lo que vos pensás. ¿Lo has considerado?
Es posible que yo sea un libro no muy complicado, no muy difícil, es posible que sea más que sólo una portada. Es posible que sea un libro cuya primera página no te diga realmente mucho, ni de lejos, como podría decirlo el resto. Aún sin última página, aún sin capítulo clímax, aún sin muchas cosas, pero con más de lo que dice en la primera página.
Deberías considerarlo.
25 jun 2013
21 jun 2013
Quiero tantas cosas.
Quiero.
Quiero una pluma, todo escritor debería tener una, creo. Al menos yo.
Quiero un amor que acabe bien.
Quiero una sonrisa cuando la necesite y no cuando sea correcto.
Quiero un día lluvioso, caminar por las calles de aquel sitio que vivió tanta historia.
Quiero una noche para mi.
Quiero no tener horarios.
Quiero no tener que rendir cuentas.
Quiero que confíen en mi, que no me cuestionen, que no me critiquen.
Quiero que vean todo lo que puedo hacer y entiendan que de tres, yo no soy tan mala.
Quiero que puedan ver más allá de lo simple.
Quiero darme el lujo de decir no sin que me duela, sin que me recriminen.
Quiero saber que aún le importa.
Quiero que deje de importarle.
Quiero dejar de ser yo.
Quiero dejarla salir.
Quiero unificarlo todo.
Quiero quitarme la máscara, quiero ser ella.
Quiero ser quien realmente soy sin preocuparme por sus ideas.
Quiero que mi único ídolo entienda que no, no soy ella, pero que aún así soy buena.
Quiero que de una vez por todas entiendan que ella no es mala, que simplemente es yo.
Quiero que entiendan que no soy eso que digo, ni tampoco dejo de serlo.
Quiero que vean que detrás de una sonrisa hay años soportando lágrimas.
Quiero que entiendan que no le debo respeto a quien sólo me ha enseñado odio.
Quiero que entiendan que yo no voy a destruir el mundo, simplemente voy a hacerme valer.
Quiero que entiendan que no les odio, que les amo, con un amor que me destruye cada día.
Quiero explicarle que nunca seré lo que quiere, pero que seré lo que yo quiero.
Quiero mi día, un día sólo para mi.
Quiero que dejen de cuestionarme, como si no supiera quién soy.
Quiero que dejen de decir que mis gustos no son buenos, que mis ideas son alocadas.
Quiero que entiendan que yo sé lo extraña, rara, caso perdido que soy.
Quiero que sepan que amo como soy, que me gusta ser yo.
Quiero mi día. Un día para mi y para Belle.
Quiero un día de inspiración.
Y ya sé cómo haré.
Quiero tantas cosas, que creo que empiezo a dejar de querer.
Quiero una pluma, todo escritor debería tener una, creo. Al menos yo.
Quiero un amor que acabe bien.
Quiero una sonrisa cuando la necesite y no cuando sea correcto.
Quiero un día lluvioso, caminar por las calles de aquel sitio que vivió tanta historia.
Quiero una noche para mi.
Quiero no tener horarios.
Quiero no tener que rendir cuentas.
Quiero que confíen en mi, que no me cuestionen, que no me critiquen.
Quiero que vean todo lo que puedo hacer y entiendan que de tres, yo no soy tan mala.
Quiero que puedan ver más allá de lo simple.
Quiero darme el lujo de decir no sin que me duela, sin que me recriminen.
Quiero saber que aún le importa.
Quiero que deje de importarle.
Quiero dejar de ser yo.
Quiero dejarla salir.
Quiero unificarlo todo.
Quiero quitarme la máscara, quiero ser ella.
Quiero ser quien realmente soy sin preocuparme por sus ideas.
Quiero que mi único ídolo entienda que no, no soy ella, pero que aún así soy buena.
Quiero que de una vez por todas entiendan que ella no es mala, que simplemente es yo.
Quiero que entiendan que no soy eso que digo, ni tampoco dejo de serlo.
Quiero que vean que detrás de una sonrisa hay años soportando lágrimas.
Quiero que entiendan que no le debo respeto a quien sólo me ha enseñado odio.
Quiero que entiendan que yo no voy a destruir el mundo, simplemente voy a hacerme valer.
Quiero que entiendan que no les odio, que les amo, con un amor que me destruye cada día.
Quiero explicarle que nunca seré lo que quiere, pero que seré lo que yo quiero.
Quiero mi día, un día sólo para mi.
Quiero que dejen de cuestionarme, como si no supiera quién soy.
Quiero que dejen de decir que mis gustos no son buenos, que mis ideas son alocadas.
Quiero que entiendan que yo sé lo extraña, rara, caso perdido que soy.
Quiero que sepan que amo como soy, que me gusta ser yo.
Quiero mi día. Un día para mi y para Belle.
Quiero un día de inspiración.
Y ya sé cómo haré.
Quiero tantas cosas, que creo que empiezo a dejar de querer.
20 jun 2013
Por mucho que tu puedas ser combustible en mis venas, te aseguro que preferiría estar apagada que sentir lo que siento algunas noches al recordar que no te tengo.
O, bueno, esta bien, admito que si te uso como combustible y que en ocasiones es grandioso, pero no eres el combustible adecuado para mi y tu recuerdo poco a poco corroe mis venas. Eres el combustible que en algún momento me hará estallar.
O, bueno, esta bien, admito que si te uso como combustible y que en ocasiones es grandioso, pero no eres el combustible adecuado para mi y tu recuerdo poco a poco corroe mis venas. Eres el combustible que en algún momento me hará estallar.
Si tengo que ser honesta, yo lo pensé. Si te soy honesta, tu estarás bien.
Si me toca ser honesta, y creo que te mereces que lo sea, yo sí lo pensé.
Durante esos minutos, para mi fueron eternidades, después de saberlo, lo pensé. Me pregunté, seria y profundamente, qué tan posible sería, qué tan bueno o malo sería, qué tan desastroso resultaría. Bien, ésta es la parte que odio. Ay, cariño, (y un maldito suspiro se cuela en mi pecho), porque lo supe. Supe a la perfección que podría ser feliz contigo, que nadie me entiende tan bien, nadie me apoya tanto, nadie me ve con tanta claridad, como lo haces tu.
Supe perfectamente que pondrías toda tu alma en hacerme feliz, en hacerme sonreír, en demostrarme tu amor. Y también supe que, al menos temporalmente, yo podría ser feliz contigo.
¿Lo ves? Eso es lo que odio, yo lo supe. Sin embargo, mientras el dolor era tan grande que ni siquiera podía llorar, te dije que no te amaba y que no pasaría. Es absurdo, sabiendo lo que sé, pero no puedo.
Sencillamente, por mucho que te ame y desee darte una razón para sonreír, a él también le quiero.
Que digo le quiero, no puedo usar otra palabra, me aterra y me destroza. Tu lo sabes, odias lo que eso me hace, odias que quiera tanto a alguien que no me piensa, que no me reconoce entre la gente. Pero eso pasa, cielo, así suele portarse la vida. Así suele ser todo, esto que yo te hago a ti, es más o menos la forma en que me siento respecto a él. Tu tienes un consuelo, sin embargo. Yo no puedo amarte por completo porque existe él, sin embargo a mi simplemente no pudieron llegar a amarme. Sin motivo, sin razón, simplemente porque así fue. Eso, por sencillo que parezca, duele más que cualquier excusa. Me pregunto si será mi culpa, si hay algo mal en mi, si me falta algo o quizá, por el contrario, me excedo en algo.
Y tu me amas, tu me quieres tal y como soy, defectuosa y rota, y yo no logro responderte porque no sé cómo. No sé sacarle de mi mente, no sé despertar y no pensarle, y vaya si he tratado de aprender. Torpe, como siempre, no he logrado aún aprender a sobrevivir. Sigo quedándome sin aire, sigo olvidando las cosas, sigo perdiendo la cordura en detalles tan insignificantes como el brillo de sus ojos cuando sonreía. Es patético, me dirías. Y tienes razón, tendrías razón. Yo lo sé, odio saberlo, pero lo sé.
Y, cariño, si tengo que seguir siendo honesta, te extraño como no tienes idea. Te extraño como no sabes, como nadie puede saber. Quizá tu también me extrañes, quizá tu también te acuerdes de mi, quizá tu también pienses en todo esto. Es ridículo, y a la vez razonable, que todo acabe de esta forma, que todo esté de cabeza. El amor no se puede evitar, siempre te lo dije, siempre fui fiel defensora de ello, y siempre juré que encontrarías a alguien que te amara. Dejé que nuestra broma llegara tan lejos porque te amo, porque deseaba (deseo) con todo el corazón poder llegar a amarte un día de esa forma que tu deseas, de esa forma en que te mereces.
Te mereces el mundo, amor, el sol, la luna, las estrellas y el universo entero incluso. Te lo mereces todo y si lo tuviera en mis manos te lo daría, te regalaría mi vida misma si supiera que puedo. Pero lo único que tengo para darte es tu libertad. El alejarme y permitirte vivir a tu ritmo, sin mi, sin mis tonterías, sin mis pavadas, sin que yo te necesite. Puede matarme, es probable que lo haga, tu eras mi libertad y eras quien me hacía sentir normal, completa, cuando las piezas me faltaban. Probablemente me mate tu ausencia, no poder contar contigo nuevamente, no poder siquiera verte o saber que estás ahí. No podré tomar tu mano de nuevo, darte un beso en la mejilla cuando corras a abrazarme, morderte cada vez que bajes la guardia o simplemente jugar con tu cabello porque me gusta como se ve.
Tu sobrevivirás seguro. Encontrarás algo que le dé sentido a todo esto y estarás bien.
Mientras tanto, amor, yo seré honesta, brutalmente honesta, y admitiré que aunque pude haberte dicho que si, haber intentado amarte, tu habrías visto que estaba incompleta, rota, y que no iba a ser toda tuya como deseaba. Esto es, pues, lo mejor que pude hacer. Incluso si me mata la situación y si muero por poder siquiera verte de nuevo, es lo mejor y algún día lo entenderás. Yo rompo corazones, destruyo los corazones de aquellos que se atreven a sentir algo por mi. Igual que mi corazón se destruye cuando yo me permito sentir algo por alguien. Y no, no iba a destruirte, me habría destruido a mi misma antes, cosa que habría pasado.
Tu sobrevivirás, amor, y yo te extrañaré como el infierno extraña el fuego. Pero estarás bien, en mis instantes de más brutal honestidad me permito saber que, al final, estarás bien.
Estarás bien, y ese es mi mantra para sobrevivir al día a día. Estarás bien.
Tu, no yo. Tu. Eso es lo importante.
Estarás bien.
Durante esos minutos, para mi fueron eternidades, después de saberlo, lo pensé. Me pregunté, seria y profundamente, qué tan posible sería, qué tan bueno o malo sería, qué tan desastroso resultaría. Bien, ésta es la parte que odio. Ay, cariño, (y un maldito suspiro se cuela en mi pecho), porque lo supe. Supe a la perfección que podría ser feliz contigo, que nadie me entiende tan bien, nadie me apoya tanto, nadie me ve con tanta claridad, como lo haces tu.
Supe perfectamente que pondrías toda tu alma en hacerme feliz, en hacerme sonreír, en demostrarme tu amor. Y también supe que, al menos temporalmente, yo podría ser feliz contigo.
¿Lo ves? Eso es lo que odio, yo lo supe. Sin embargo, mientras el dolor era tan grande que ni siquiera podía llorar, te dije que no te amaba y que no pasaría. Es absurdo, sabiendo lo que sé, pero no puedo.
Sencillamente, por mucho que te ame y desee darte una razón para sonreír, a él también le quiero.
Que digo le quiero, no puedo usar otra palabra, me aterra y me destroza. Tu lo sabes, odias lo que eso me hace, odias que quiera tanto a alguien que no me piensa, que no me reconoce entre la gente. Pero eso pasa, cielo, así suele portarse la vida. Así suele ser todo, esto que yo te hago a ti, es más o menos la forma en que me siento respecto a él. Tu tienes un consuelo, sin embargo. Yo no puedo amarte por completo porque existe él, sin embargo a mi simplemente no pudieron llegar a amarme. Sin motivo, sin razón, simplemente porque así fue. Eso, por sencillo que parezca, duele más que cualquier excusa. Me pregunto si será mi culpa, si hay algo mal en mi, si me falta algo o quizá, por el contrario, me excedo en algo.
Y tu me amas, tu me quieres tal y como soy, defectuosa y rota, y yo no logro responderte porque no sé cómo. No sé sacarle de mi mente, no sé despertar y no pensarle, y vaya si he tratado de aprender. Torpe, como siempre, no he logrado aún aprender a sobrevivir. Sigo quedándome sin aire, sigo olvidando las cosas, sigo perdiendo la cordura en detalles tan insignificantes como el brillo de sus ojos cuando sonreía. Es patético, me dirías. Y tienes razón, tendrías razón. Yo lo sé, odio saberlo, pero lo sé.
Y, cariño, si tengo que seguir siendo honesta, te extraño como no tienes idea. Te extraño como no sabes, como nadie puede saber. Quizá tu también me extrañes, quizá tu también te acuerdes de mi, quizá tu también pienses en todo esto. Es ridículo, y a la vez razonable, que todo acabe de esta forma, que todo esté de cabeza. El amor no se puede evitar, siempre te lo dije, siempre fui fiel defensora de ello, y siempre juré que encontrarías a alguien que te amara. Dejé que nuestra broma llegara tan lejos porque te amo, porque deseaba (deseo) con todo el corazón poder llegar a amarte un día de esa forma que tu deseas, de esa forma en que te mereces.
Te mereces el mundo, amor, el sol, la luna, las estrellas y el universo entero incluso. Te lo mereces todo y si lo tuviera en mis manos te lo daría, te regalaría mi vida misma si supiera que puedo. Pero lo único que tengo para darte es tu libertad. El alejarme y permitirte vivir a tu ritmo, sin mi, sin mis tonterías, sin mis pavadas, sin que yo te necesite. Puede matarme, es probable que lo haga, tu eras mi libertad y eras quien me hacía sentir normal, completa, cuando las piezas me faltaban. Probablemente me mate tu ausencia, no poder contar contigo nuevamente, no poder siquiera verte o saber que estás ahí. No podré tomar tu mano de nuevo, darte un beso en la mejilla cuando corras a abrazarme, morderte cada vez que bajes la guardia o simplemente jugar con tu cabello porque me gusta como se ve.
Tu sobrevivirás seguro. Encontrarás algo que le dé sentido a todo esto y estarás bien.
Mientras tanto, amor, yo seré honesta, brutalmente honesta, y admitiré que aunque pude haberte dicho que si, haber intentado amarte, tu habrías visto que estaba incompleta, rota, y que no iba a ser toda tuya como deseaba. Esto es, pues, lo mejor que pude hacer. Incluso si me mata la situación y si muero por poder siquiera verte de nuevo, es lo mejor y algún día lo entenderás. Yo rompo corazones, destruyo los corazones de aquellos que se atreven a sentir algo por mi. Igual que mi corazón se destruye cuando yo me permito sentir algo por alguien. Y no, no iba a destruirte, me habría destruido a mi misma antes, cosa que habría pasado.
Tu sobrevivirás, amor, y yo te extrañaré como el infierno extraña el fuego. Pero estarás bien, en mis instantes de más brutal honestidad me permito saber que, al final, estarás bien.
Estarás bien, y ese es mi mantra para sobrevivir al día a día. Estarás bien.
Tu, no yo. Tu. Eso es lo importante.
Estarás bien.
18 jun 2013
Letter from a damned. I miss you.
I guess it's never too late to say it. Oh, honey, I know it's never too late to think of you.If I could only tell you how desperate I feel. How lonely I feel. How colds my nights are whenever you're not in them. If I could only explain to you the way I felt when I found out I had screwed up everything. Oh, sweetheart, I could never live long enough to make it up to you. I could never live long enough to forgive myself for making you suffer. Have I said that I love you? I do, even when it seems like I don't. I love you every minute of every day. I've loved you in every moment of every night and in every dream or nightmare that had crossed my mind. I love you with all my strenght, with each one of my breaths, with each one of my tears. I love you with all I have in me and there's nothing I could do to avoid it.Even here, in the darkest place of the world, even knowing this letter will probably never reach you, I can't help myself from writing you. I miss you. As true as the sky is blue, I miss you. As real as hell, I don't deserve you. But oh, I love you, I sure do. And everything I did, I did it for you, to give you all you deserve. I'm sorry, honey. I never get to say goodbye to you. I'm sorry, I never get to give you my last kiss.I'm sorry, I'm only destroying myself at doing this but I can't help. It's the only way I feel I'm closer to you and I really need that moment of connection, that moment of closeness, that moment of hapiness in the middle of my night.Oh, honey, this is senseless. Pointless. Useless. Though, I'm still doing it because I hope someday, somehow, you will read my words and you will think of me and that, by itself, it's enough to keep me breathing another day.I love you, my dear, and I'm sorry for everything I'm making you go through.I guess this was just because I needed to tell you I still think of you, I still love you, I will always do, and I will find a way to make you smile again.I love you, my dear, even if I'm condemned to stay in darkness the rest of my life, I will still love you. I will love you until the last of the stars lose its shine and until the last of the oceans dries. I will love you until I have no life in me and even then, I will still love you.I miss you. Oh, God, I miss you.Goodbye, sweetheart. I love you. I miss you. You will be happy again.
17 jun 2013
16 jun 2013
'Son demasiado jóvenes, eso no es amor.'
¿Entonces, qué patatas se supone que es? Porque pega con fuerza, se arraiga y echa raíces en lo profundo del alma.
Si esta no es la edad para enamorarse, ¿cual es?
Pensé que el amor no tenía un 'tiempo' definido. Simplemente llega, te golpea en el estomago, y te deja diciendo pavadas.
'Son demasiado jóvenes, es posible que sea uno de esos amores que nunca olvidarán.'
¿Entonces, qué patatas se supone que es? Porque pega con fuerza, se arraiga y echa raíces en lo profundo del alma.
Si esta no es la edad para enamorarse, ¿cual es?
Pensé que el amor no tenía un 'tiempo' definido. Simplemente llega, te golpea en el estomago, y te deja diciendo pavadas.
'Son demasiado jóvenes, es posible que sea uno de esos amores que nunca olvidarán.'
Le extraño pero ya no creo en él
Si tratare de explicarle a alguien, quien fuera, el estado en que me encuentro, la condenada sensación de querer estar en todos lugares menos en mi propia piel, el sentir que por más que trate sigo atorada en la mierda hasta el cuello. Sigo encerrada y estancada, y eso me repatea, me reputea, me pudre por dentro.
Te extraño. No a ti, ser que me destruye y me rearma con una mirada, sino a esa persona que acabó con la más fuerte de mis convicciones. Le extraño a él, a ese que veía en mi sin necesidad de máscaras, a ese que sabia quien era yo incluso si yo lo olvidaba. Le extraño a él, a esa persona cuya voz me hacía sentir mejor sin importar el problema, a esa persona que me daba ánimos y me hacía sentir valiente y hermosa. Le extraño a él, a ese idiota que rompió mi convicción, que me dejó destrozada, en blanco, en cero. Extraño sus bromas, sus insultos, el que supiera incluso mejor que yo misma, qué era lo que ocurría.
No puedo recuperarle. Sé que no puedo hacerlo, no hay forma de volver atrás. Yo, mejor que muchos, entiendo lo que se siente y eso destruye, eso me mata, eso es lo que me pudre. Si hubiera algo, cualquier cosa, que hacer, la haría, siempre y cuando él pudiese ser feliz. No puedo decir nada, fue mi juego el que se volvió en mi contra y ahora no tengo convicción. Ese era mi motivo, aquello que yo defendía a capa y espada, era mi respaldo y mi seguro. Yo sabía, así como él sabía, que contaba con él, que él defendía lo mismo, creía lo mismo, juraba por lo mismo. No lo cree, no lo defiende, no cuento con él y él ya no jura por mi.
Lo extraño, inmensamente. Y todo es un asco porque también lo extraño a él, a ese que me destruye.
Todo es caos y luego despierto. Y es igual, es incluso peor. Todo es caos y un cuerno de cierto, un unicornio tiene más realidad ahora que mi voz.
Le extraño pero ya no creo en él.
Note to self: If you ever say that that is possible again, I will rip your heart out.
Te extraño. No a ti, ser que me destruye y me rearma con una mirada, sino a esa persona que acabó con la más fuerte de mis convicciones. Le extraño a él, a ese que veía en mi sin necesidad de máscaras, a ese que sabia quien era yo incluso si yo lo olvidaba. Le extraño a él, a esa persona cuya voz me hacía sentir mejor sin importar el problema, a esa persona que me daba ánimos y me hacía sentir valiente y hermosa. Le extraño a él, a ese idiota que rompió mi convicción, que me dejó destrozada, en blanco, en cero. Extraño sus bromas, sus insultos, el que supiera incluso mejor que yo misma, qué era lo que ocurría.
No puedo recuperarle. Sé que no puedo hacerlo, no hay forma de volver atrás. Yo, mejor que muchos, entiendo lo que se siente y eso destruye, eso me mata, eso es lo que me pudre. Si hubiera algo, cualquier cosa, que hacer, la haría, siempre y cuando él pudiese ser feliz. No puedo decir nada, fue mi juego el que se volvió en mi contra y ahora no tengo convicción. Ese era mi motivo, aquello que yo defendía a capa y espada, era mi respaldo y mi seguro. Yo sabía, así como él sabía, que contaba con él, que él defendía lo mismo, creía lo mismo, juraba por lo mismo. No lo cree, no lo defiende, no cuento con él y él ya no jura por mi.
Lo extraño, inmensamente. Y todo es un asco porque también lo extraño a él, a ese que me destruye.
Todo es caos y luego despierto. Y es igual, es incluso peor. Todo es caos y un cuerno de cierto, un unicornio tiene más realidad ahora que mi voz.
Le extraño pero ya no creo en él.
Note to self: If you ever say that that is possible again, I will rip your heart out.
13 jun 2013
12 jun 2013
11 jun 2013
Erase una vez algo que no fue
Erase una vez dos chicos, jóvenes, tontos, ilusos y perdidos, que veían caer los rayos sobre el viejo castillo y comían malvaviscos en un balcón. Jugaban a entenderse, jugaban a ser algo, jugaban a estar juntos mientras ambos sabían que era más complicado que simplemente estarlo.
Él, tímido, torpe, indiferente a sus intentos. Ella, extrovertida, torpe, muriéndose de intentarlo.
Al final la lluvia acabó y las películas también. Los malvaviscos se convirtieron en nubes para luego extinguirse en un pedazo de nada.
Sabes, querido, nunca he podido regresar. Aún no tengo el valor para regresar a ese lugar encantado. No sé a qué le temo, si a los rayos, si a los truenos, si a esa lluvia que tanto amo y que ahora tanto duele. O quizá sea a la simple visión de aquello que compartimos, quizá sea porque conservo ese recuerdo y volver sin ti sería borrarlo. Debería ir, volver a ese lugar, sola, ver que tanto puedo soportarlo y qué es exactamente a lo que le temo. Debería, pero por ahora sé que no será así. Aún conservo ese como uno de mis recuerdos más preciados, no quiero que quede vacío aún.
Erase una vez algo que ya luego no fue.
Él, tímido, torpe, indiferente a sus intentos. Ella, extrovertida, torpe, muriéndose de intentarlo.
Al final la lluvia acabó y las películas también. Los malvaviscos se convirtieron en nubes para luego extinguirse en un pedazo de nada.
Sabes, querido, nunca he podido regresar. Aún no tengo el valor para regresar a ese lugar encantado. No sé a qué le temo, si a los rayos, si a los truenos, si a esa lluvia que tanto amo y que ahora tanto duele. O quizá sea a la simple visión de aquello que compartimos, quizá sea porque conservo ese recuerdo y volver sin ti sería borrarlo. Debería ir, volver a ese lugar, sola, ver que tanto puedo soportarlo y qué es exactamente a lo que le temo. Debería, pero por ahora sé que no será así. Aún conservo ese como uno de mis recuerdos más preciados, no quiero que quede vacío aún.
Erase una vez algo que ya luego no fue.
5 jun 2013
"Por favor, sigue escribiendo... y no lo sigas haciendo... te lo digo con un nudo en la garganta, porq la verdad me conmovió... es hermoso lo escrito, lloro por eso, es demasiado triste lo escrito, lloro aun mas.
Quisiera leer mas, he quedado sediento, pero no me perdonaría el saciar mis ansias a costa de tu sufrimiento. "
Saben la costumbre que tengo de contarles cuando alguien me deja un comentario que me llega al alma. Les presento este, es adorable. Me alegró mucho ver este comentario.
Turup.
Quisiera leer mas, he quedado sediento, pero no me perdonaría el saciar mis ansias a costa de tu sufrimiento. "
Saben la costumbre que tengo de contarles cuando alguien me deja un comentario que me llega al alma. Les presento este, es adorable. Me alegró mucho ver este comentario.
Turup.
4 jun 2013
Hey, cariño...
¿Hey, cariño (Demasiado 'Hey, Nana' ultimamente), recuerdas el día en que nos conocimos?
Yo si.
Recuerdo esos instantes antes de entrar, esa extraña atmósfera que me rodeaba, ese sentimiento de expectación. Recuerdo que me pareció curioso tu forma de decir tu nombre, casi genial, debo admitir. Recuerdo que luego de saberlo, me pareció tan obvio. Fue divertido. Recuerdo haber observado tus ojos y pensado que esa sería mi perdición.
Recuerdo que jugábamos, sabes, cariño, y que reíamos. Recuerdo que, sin saber nada en absoluto, teníamos esa complicidad y ese interés en saber del otro. También recuerdo las mañanas en las que saber de ti era lo más importante, esos días donde lo primero era revisar si había algún mensaje tuyo, porque no llamadas, no llamabas. Recuerdo que jugábamos con mordidas y sonrisas, con ahogados y cuadros. Recuerdo muchas cosas, mi vida, así como recuerdo que nunca te llamé de esa forma. No, no diré cómo te llamaba aquí, eso es entre tu y yo, creo.
Recuerdo que un día decidí renunciar, el mismo día en que me diste la victoria, o tu definición de ella. Recuerdo que casi caí de la silla con el impacto. Recuerdo que sonreía, hasta que todo volvió a ser blanco, hasta que la nada regresó. Recuerdo que fue mi idea, que fuimos mi impaciencia y yo quienes iniciamos todo. Recuerdo que te asusté, vaya cosa, eramos totalmente opuestos en muchos sentidos. Recuerdo que sentí que el mundo se deshacía y se rearmaba en menos de un segundo, en lo que duró ese beso, en lo que pude comprobar que para cualquier otra persona en esos momentos yo había quedado arruinada.
Recuerdo que lo intentamos, que tratamos, lo sé. Pero al final no funcionó, hayas sido tu o haya sido yo, simplemente no funcionó.
Recuerdo que moría, cada vez que pensaba en ti, cada vez que te sabía cerca. El mundo se venía abajo. Pero es un recuerdo.
Hey, cariño, recuerdo que al principio pensé que este iba a ser el amor que me salvara, que tu ibas a ser quien me salvara. Recuerdo que al saberme equivocada simplemente pensé que me dolería no volver a ver tu sonrisa ni tu cabello ni tus ojos. Recuerdo que pensé, y fue lo más doloroso, que esta vez tendría que pasar por el duelo sin ayuda, sin externos, que este iba a ser mi propio pago por cada uno de tus besos.
Recuerdo que solía pensar eso, y que nunca te culpé de ello. No habría podido, de todos modos, estaba perdida por ti.
Recuerdo que decidí no meterme con tus sentimientos y dejarte ser, porque tontamente sólo quiero que sonrías, que todos los días tus ojos se iluminen con una sonrisa, así que simplemente no te hablo. No soy capaz de hablarte, aunque sea tonto, porque aun muero por ti, aun me ganan las ganas de ti.
Hey, querido, recuerdo que un día aprendí que podía sobrevivir sin ti, que iba a estar bien. Recuerdo que me prometí olvidarte, o al menos superarte, y lo haré.
Recuerdo que te quise, demasiado, que te quiero aun, mucho, y que en algún momento volví a ser yo misma y pronto seré simplemente yo otra vez.
Hey, cariño, te quiero como no tienes idea, y por lo tanto me mantengo a distancia. No funciono bien, lo sabes, y solías querer eso, entonces regalame eso, el saber que aunque no funcione correctamente, en algún momento volveré a funcionar adecuadamente. Correctamente, adecuadamente, a mi entender, y en este caso, son diferentes.
Hey, amor, cuidate, se feliz, vive tus sueños. Enamorate de nuevo y esta vez para siempre, te lo mereces.
Te regalo mi más profundo beso de buenas noches/tardes/días. Te regalo mi beso más sincero y el más sentido.
Hey, cariño, ¿eres feliz?
Yo si.
Recuerdo esos instantes antes de entrar, esa extraña atmósfera que me rodeaba, ese sentimiento de expectación. Recuerdo que me pareció curioso tu forma de decir tu nombre, casi genial, debo admitir. Recuerdo que luego de saberlo, me pareció tan obvio. Fue divertido. Recuerdo haber observado tus ojos y pensado que esa sería mi perdición.
Recuerdo que jugábamos, sabes, cariño, y que reíamos. Recuerdo que, sin saber nada en absoluto, teníamos esa complicidad y ese interés en saber del otro. También recuerdo las mañanas en las que saber de ti era lo más importante, esos días donde lo primero era revisar si había algún mensaje tuyo, porque no llamadas, no llamabas. Recuerdo que jugábamos con mordidas y sonrisas, con ahogados y cuadros. Recuerdo muchas cosas, mi vida, así como recuerdo que nunca te llamé de esa forma. No, no diré cómo te llamaba aquí, eso es entre tu y yo, creo.
Recuerdo que un día decidí renunciar, el mismo día en que me diste la victoria, o tu definición de ella. Recuerdo que casi caí de la silla con el impacto. Recuerdo que sonreía, hasta que todo volvió a ser blanco, hasta que la nada regresó. Recuerdo que fue mi idea, que fuimos mi impaciencia y yo quienes iniciamos todo. Recuerdo que te asusté, vaya cosa, eramos totalmente opuestos en muchos sentidos. Recuerdo que sentí que el mundo se deshacía y se rearmaba en menos de un segundo, en lo que duró ese beso, en lo que pude comprobar que para cualquier otra persona en esos momentos yo había quedado arruinada.
Recuerdo que lo intentamos, que tratamos, lo sé. Pero al final no funcionó, hayas sido tu o haya sido yo, simplemente no funcionó.
Recuerdo que moría, cada vez que pensaba en ti, cada vez que te sabía cerca. El mundo se venía abajo. Pero es un recuerdo.
Hey, cariño, recuerdo que al principio pensé que este iba a ser el amor que me salvara, que tu ibas a ser quien me salvara. Recuerdo que al saberme equivocada simplemente pensé que me dolería no volver a ver tu sonrisa ni tu cabello ni tus ojos. Recuerdo que pensé, y fue lo más doloroso, que esta vez tendría que pasar por el duelo sin ayuda, sin externos, que este iba a ser mi propio pago por cada uno de tus besos.
Recuerdo que solía pensar eso, y que nunca te culpé de ello. No habría podido, de todos modos, estaba perdida por ti.
Recuerdo que decidí no meterme con tus sentimientos y dejarte ser, porque tontamente sólo quiero que sonrías, que todos los días tus ojos se iluminen con una sonrisa, así que simplemente no te hablo. No soy capaz de hablarte, aunque sea tonto, porque aun muero por ti, aun me ganan las ganas de ti.
Hey, querido, recuerdo que un día aprendí que podía sobrevivir sin ti, que iba a estar bien. Recuerdo que me prometí olvidarte, o al menos superarte, y lo haré.
Recuerdo que te quise, demasiado, que te quiero aun, mucho, y que en algún momento volví a ser yo misma y pronto seré simplemente yo otra vez.
Hey, cariño, te quiero como no tienes idea, y por lo tanto me mantengo a distancia. No funciono bien, lo sabes, y solías querer eso, entonces regalame eso, el saber que aunque no funcione correctamente, en algún momento volveré a funcionar adecuadamente. Correctamente, adecuadamente, a mi entender, y en este caso, son diferentes.
Hey, amor, cuidate, se feliz, vive tus sueños. Enamorate de nuevo y esta vez para siempre, te lo mereces.
Te regalo mi más profundo beso de buenas noches/tardes/días. Te regalo mi beso más sincero y el más sentido.
Hey, cariño, ¿eres feliz?
News!
Hi, there.
I'm just waiting to fall asleep because I'm not sleepy yet. You'll see, I started to think about my hair dye and now I just can't wait. Oh yeah, babe. I'm dyeing mi hair. Not all of it, just the tips and some tufts but it does count as dyeing.
Anyway, I've been doing some research, of course. I'm not putting some unknown-stuff-that-will-probably-damage-my-hair on it. I'm using a responsible brand, at least that's what I've read, and it's not exactly permanent. Is semi-permanent so I will have my natural color back on the tufts whenever I want. The tips are a different story I want them to be colorful and I will need to bleach them but I don't mind.
This is going to be my first experiment and if it's successful, I will become a regular customer of Manic Panic and hair dyeing in general.
The only failure in my plan is that she's not being exactly supportive. And no, this time I'm not talking about the regular She. This time I mean the She that's known as my elephant, yep, that's love. Anyway, she disagrees with my idea, or, my plan, so she's not quite sure yet about helping me. Which is sad because this is the kind of things you want to share with your best friend. She's been making some jokes about helping me but laughing if my hair falls off. I love her but that's going too far, I'm so not letting her help me if that's what she's going to say (she's reading this, BTW, I know she's going to read it).
Why?
Because I need her to support me. It's not just a whim but it's something I've wanted to do for the last few years. I never had the chance to do so, and now I have it and I'm not going to waste it.
As I said, this is happening. And if my hair falls of, OK then, I'll cut it and let new hair grow. It sounds rude but it's the way I think about some stuffs.
The point I'm writing this, I almost forgot it, is because I'm recording it on video and I uploading it here when done.
So, that's it. I'm sleepy now.
Sweet dreams to all of you. And for him, my deepest good night kiss.
I'm just waiting to fall asleep because I'm not sleepy yet. You'll see, I started to think about my hair dye and now I just can't wait. Oh yeah, babe. I'm dyeing mi hair. Not all of it, just the tips and some tufts but it does count as dyeing.
Anyway, I've been doing some research, of course. I'm not putting some unknown-stuff-that-will-probably-damage-my-hair on it. I'm using a responsible brand, at least that's what I've read, and it's not exactly permanent. Is semi-permanent so I will have my natural color back on the tufts whenever I want. The tips are a different story I want them to be colorful and I will need to bleach them but I don't mind.
This is going to be my first experiment and if it's successful, I will become a regular customer of Manic Panic and hair dyeing in general.
The only failure in my plan is that she's not being exactly supportive. And no, this time I'm not talking about the regular She. This time I mean the She that's known as my elephant, yep, that's love. Anyway, she disagrees with my idea, or, my plan, so she's not quite sure yet about helping me. Which is sad because this is the kind of things you want to share with your best friend. She's been making some jokes about helping me but laughing if my hair falls off. I love her but that's going too far, I'm so not letting her help me if that's what she's going to say (she's reading this, BTW, I know she's going to read it).
Why?
Because I need her to support me. It's not just a whim but it's something I've wanted to do for the last few years. I never had the chance to do so, and now I have it and I'm not going to waste it.
As I said, this is happening. And if my hair falls of, OK then, I'll cut it and let new hair grow. It sounds rude but it's the way I think about some stuffs.
The point I'm writing this, I almost forgot it, is because I'm recording it on video and I uploading it here when done.
So, that's it. I'm sleepy now.
Sweet dreams to all of you. And for him, my deepest good night kiss.
3 jun 2013
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