Mientras el mundo llora y teme a los ríos de sangre
cuando la oscuridad llega y el miedo se apodera,
en ese momento donde la respiración falla
y cuando un grito se ahoga en la garganta,
tu tomaste mi mano y descubrí que el temor ya no estaba.
Tus brazos me rodearon y fuiste la causa de que el aire me faltara.
Tus labios recorrieron mi cuello y fue ese el grito que ahogó mi cuerpo.
Tu beso fue el refugio de la oscuridad, la sangre y el miedo.
Allí, en la jaula de tus brazos,
ese destino con el que ahora sueño,
allí encontré calma y consuelo
y he llegado a necesitarte tanto que a mi ser lo consume el anhelo.
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Deja que tus gritos también sean llevados por el viento.