No me parece justo, para nada coherente, no poder decirte, decirle al cielo, todo lo que cruza mi mente cuando tu cruzas por la calle. Es como un maremoto, como yo creo que seria un maremoto. Es como una ola que mueve todo, derrumba todo, que transforma la vista y el paisaje y lo llena de agua, sal, vida. Es como si un rayo cayera, como una vez dijo Cortázar, y dejara todo paralizado, estático en ese momento donde tus ojos cruzan frente a mi sin verme. Es un sueño común en la infancia, ser invisible, hacer lo que desees sin ser descubierto, pero al crecer lo que mas quieres suele ser que te noten, ser visible. Yo soy invisible, y cuanto, para ti. No puedes verme, escucharme, sé que podría tocarte y no me sentirías y podría incluso besarte y soltar las represas y dejar salir todo y no me sentirías. Soy invisible. Tan invisible como se puede ser cuando estas atrapado en la ola destructiva de un maremoto.
No me considero luz, ni paz ni calma. Soy mas una especie de ciclón destructivo que arrasa con lo que encuentra. Pero es que tu eres mejor en eso, tu tienes una capacidad destructiva que supera con creces la mía. Tu eres peligro puro cuando lo pienso, lo mire por donde lo mire, y quemas mi alma como si fueras un infierno. Mi infierno privado, creo. Mi alma arde, se consume, se destruye poco a poco con la mera convicción de mi invisibilidad. Y mi corazón, si es que aún tengo uno, no siente nada que no sea tu ausencia, tu indiferencia, mi invisibilidad. Y me pregunto, todos y cada uno de mis personajes, mis creaciones, mis salvadores, me preguntan cómo es posible que nos hayamos dejado atrapar dentro de semejante oleada. Para todos es curioso, porque siempre hemos sabido, si no nadar al menos mantenernos a flote, y ahora simplemente nos hundimos como rocas. Y todos los seres que viven en mi, cada mundo y cada mente, desde la más simple hasta la más compleja, desde la más bondadosa hasta la que es maldad pura, preguntan cómo pudo ser que cayéramos a manos de un ser simple en tanto que complejo, de un ser inseguro y con miedo a sentir, de un ser que podía compartir nuestros vicios pero ser tan indiferente a su efecto.
La pregunta, la parte incoherente e injusta, esa que nos desvela con frecuencia, suele ser el cómo. Los porqués no interesan, sabemos que no siempre serán claros, pero el cómo es algo que nos quita el sueño. Porque si ya pasó una vez, es posible que volvamos a caer y nadie quiere hundirse en este abismo lleno de olas salvajes del que apenas estamos escapando.
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