Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.

26 jul 2013

Desarmé nuestro cuento.

Tu, donde sea que estés, donde sea te escondas. Tu que me lees sin decirlo, sin saberlo, sin darte cuenta que cada letra lleva un pedazo de mi alma que te busca allí donde sea que estés.  
No sé dónde estás. No sé si recuerdes muchas cosas, no como yo, pero espero que recuerdes lo que quiero decirte. 
Erase una vez ... ¡Es tan ridículo! Esto no es un cuento de hadas, yo sé, pero me hace un poco de ilusión el empezar la historia así. ... El caso es que un día a cierto alguien con el sol en los ojos, se le ocurrió que era buena idea jugar a morder y a saborear. Se le ocurrió que era divertido, claro, con una víctima en específico. Una víctima no muy inocente, alguien que compartía la convicción y la afición que ese alguien poseía por las mordidas y los juegos; con una leve diferencia. Lo que para aquel que llevaba el sol en sus ojos era un juego transitorio, para su víctima era algo bastante instintivo, inevitable, y empezaba a convertirse en necesario.
Ahora viene el nudo de la  historia, que es donde todo se complica, creo. Aquí entra la parte donde ese alguien con el sol en los ojos se paraliza y lo que parecía avanzar se estanca en un punto muerto. Entonces uno de los protagonistas da un salto de fe y se lanza a una misión suicida. O las cosas se aclaran o se mueren pero no más puntos muertos. Y parece dar resultado, por un pequeño lapso parece haber funcionado y el dueño del sol se convierte en algo palpable, algo real, algo propio.
Y el desenlace. No iba a quedarme en el nudo, no, la historia termina rápido. Hay una separación, algo larga, algo difícil, y luego un instante de espejismos en el que la víctima que no es tan víctima, que es verdugo pero encontró a su propio torturador, puede ver el sol cruzar frente a sus ojos para deslumbrar al mundo entero sin reconocerle. Y viene la pregunta. ¿Ese sol tiene alguna idea de por qué ya no quiere brillar? No hay respuesta válida, no hay una razón sólida, sólo las razones de un niño que no tiene claro nada y que quería hacer feliz a alguien, del modo equivocado. Nuestra victimaria decide simplemente liberarle, no se atrapa el sol con las manos, ella lo sabe. Se quemó por intentarlo. 

Moraleja. No estamos seguros de cuál es. Aún duelen las quemaduras, el sol sigue siendo inalcanzable, pero la victimaria sigue queriendo ser Ícaro, sigue queriendo acercarse al sol más y más, aunque arda en el proceso. Así que nadie ha aprendido nada, a excepción de que las quemaduras internas duelen más que muchas otras cosas.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Deja que tus gritos también sean llevados por el viento.