Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.
¿De qué sirve?
Esto de pensarle, sentirle, quererle. Este condenado sentimiento de vivir al borde de las lágrimas y ser incapaz de sacarle de mi mente, esto de volver las noches un infierno porque su voz, su respiración, los latidos de su corazón, retumban aún en mis oídos sin dejar espacio a nada más. ¿Cuál es el punto? Si ni siquiera podemos odiarle, ni siquiera soportamos escuchar a alguien hablar en su contra. ¿Cómo se le llama?
¿Es esto eso tan podrido que se llama amor? ¿Es esto eso que te deshace y te destruye?
¿Para qué sirve? Ni siquiera como inspiración está resultando, acabo vuelta llanto antes de sacarle provecho. No, cariño, no quiero esto. No quiero quererte tanto, no quiero pensarte tanto, no quiero desear que seas feliz por encima de mi propia felicidad.
¿De qué sirve? Si jamás me diste un oportunidad de decirte, de gritarte a la cara, que después de ti no sé qué sigue.
No sirve. No, cariño, yo ya no quiero esto.
Y duele.
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